CONSAGRACIÓN DE VENEZUELA A LA VIRGEN

ACTO DE CONSAGRACIÓN DE VENEZUELA A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Ante el trono de vuestra omnipotente intercesión venimos a postrarnos, ¡Oh, Madre Augustísima de Dios!, para consagrarnos totalmente a vos y poner en vuestras manos la suerte de nuestra República. En presencia de vuestro divino Hijo, a quien está ya esta Patria dedicada, en el Santísimo Sacramento del Altar, hacemos ahora este acto de entregamiento a Vos, para que Él se digne prestar su filial beneplácito a nuestro homenaje, a la misma Madre que Él nos legó por tal desde lo alto de la Cruz.
¡Oh inmaculada Madre Nuestra! ¡Oh benignísima Madre nuestra! ¡Oh dulcísima y clementísima Reina nuestra! Con ánimo agradecido entonamos loores a vuestra misericordia.
Bajo vuestro amparo nos acogemos, ¡Oh señora! Que tenéis cautivados para siempre nuestros corazones, Vos nos habéis arrebatado desde el día mismo en que comenzó para nosotros la vida civilizada, y con vuestra suavísima protección y benignísima presencia, ya en la selva de Coromoto, ya en los santuarios que la piedad venezolana ha erigido bajo los títulos de Nuestra Señora del Valle, del Socorro, de Chiquinquirá, de Belén, de la Caridad y otros que ufana la Nación venezolana; habéis afirmado, robustecido y multiplicado las raíces del árbol de nuestra fe, ¡Oh Señora nuestra! Que con vuestra planta virginal quebrantasteis la cabeza de la serpiente, librad a Venezuela de los emponzoñados dardos de la impiedad y de la herejía. Y ya que iniciasteis y habéis mantenido a sus pueblos en la fe de vuestro queridísimo Hijo, servidles también de escudo, sostén y fortaleza.
Vuestros somos, vuestros queremos ser. Mostrad que sois nuestra Madre y nuestra Patrona, Guardadnos, Señora y salvadnos con vuestra todopoderosa protección.

Oh María Inmaculada! Acoged este acto de nuestra Congregación nacional a Vos, y sed siempre la gran defensora de Venezuela Protegedla, salvadla. Unid a todos sus hijos en el amor del suelo nativo, en el espíritu de concordia dentro de la justicia y de la libertad, en el legítimo goce de todos los bienes, a que en su calidad de venezolano le es a cada uno lícito aspirar y en la firme e inalterable profesión de la fe católica. Así sea.


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