EL GRAN APOSTOL
MARCOS PAREDES DE SAN NICOLAS
Entre todos los que se interesaron por el
culto de Nuestra Señora de Coromoto y más contribuyeron a su propagación y
afianzamiento figura, como primero y principal, Marcos Paredes de San Nicolás,
por cuya razón damos unos someros apuntes biográficos de este insigne apóstol
mariano.
No conocemos el lugar de su nacimiento,
por ciertas circunstancias de su vida, nos inclinaríamos a creerlo oriundo de
la región de Barinas, a la sazón perteneciente a la Nueva Granada; sin embargo,
podría ser el mismo Nicolás de Paredes que figura en temas que expondremos más
adelante, como vecino de Mérida, por aparecer, poco más o menos con idéntica designación,
en cierta referencia documental.
Desde joven profeso singular devoción a
Nuestra Señora de Coromoto, así por primera vez, lo vemos en 1698, a la edad de
cincuenta y dos años, en Guanare, pasando una temporada en dicha ciudad, para
cumplir unas promesa de novenas ofrecidas a Nuestra Señora de Coromoto, en
gratitud de unos beneficios recibidos de su liberalidad, y fue precisamente en
esta ocasión cuando principió lo que podríamos llamar su actuación mariana en
favor de Nuestra Señora de Coromoto.
El cura de Guanare, Leonardo de Reinoso,
lo designo para que acompañara al agustino Diego de Olaya en la recolección de
limosnas para Nuestra Señora del Topo y en esta ocasión fue testigo del
milagroso encuentro del sitio que ocupaba la choza del Cacique Coromoto, en la
cual la Santísima Virgen había aparecido en 1652, y de la inesperada llegada de
los indios para poblarse en dicho sitio. Movido entonces Paredes por celestial
impulso, formó el proyecto de prestar su decidido apoyo a la obra de Nuestra
Señora de Coromoto, sin escatimar trabajos de toda clase y viajes incesantes,
haciendo siempre caso omiso de los sinsabores, disgustos y largos años que
dedicó a su apostólica labor.
En el grave y largo litigio del Cabildo
de Guanare, que quería usurpar las tierras de los aborígenes, Marcos Paredes de
San Nicolás, en su carácter de apoderado del protector de indios, Diego Pacheco
Carvajal, quien había donado estas tierras a la Virgen de Coromoto para el uso
de los indios, como tal apoderado, desplego las mayores actividades, que dieron
el triunfo a la justa causa que defendiera.
Ya hemos visto como, por sus gestiones,
se fundó el pueblo y se construyó la iglesia de “Aparición de Nuestra Señora”;
y su inmenso amor a la Santísima Virgen de Coromoto le hizo fijar su residencia
en este pueblo, en compañía de los indios Coromotos. Durante dieciséis años
recorrió las ciudades, villas y principales pueblos de la provincia reuniendo
las limosnas y dones que los fieles venezolanos ofrecían a Nuestra Señora de
Coromoto. (Léase más adelante lo que se refiere de Marcos Paredes de San
Nicolás el misionero Miguel Alejo Schabel).
Su conducta ejemplar y su virtud
acrisolada le merecieron el aprecio de SANTO, concepto en el que lo tenía el
misionero que mencionamos.
En 1715, en Guanare, el Obispo Fray
Francisco del Rincón dictó auto de detención contra él por no haberse
presentado a rendir cuentas ante el Vicariato y por no haber comparecido a
tiempo de su visita pastoral en dicha ciudad; y a la vez que le cancelaba el
permiso que tenia de recoger limosnas desde el año de 1699.
No se vaya a creer que por este hecho
Marcos Paredes defraudara las dádivas que recibiera o que hubiese huido para
esconder manejos escandalosos de los fondos que le entregaban. No , es probable
que entonces se hallara en Nueva Granada, por la región de Barinas, pues su
grande devoción para con la Santísima Virgen le movía también a prestar su
ayuda y auxilio al Santuario de Nuestra Señora del Real de Barinas y recibía
también fondos para las necesidades y culto de esta Sagrada Imagen y capilla de
su advocación.
Lo que puede tal vez haber sucedido es
que Marcos Paredes haya dedicado al Santuario de Nuestra Señora del Real una
parte del fruto de sus importantes recolecciones, lo que en su buena fe
consideraría legítimo y decoroso, ya que siempre era para gloria de la excelsa
Madre de Dios, a pesar de ser bajo otra advocación y en distinto lugar.
Poco después, Marcos Paredes arregló su
situación con el Vicario de Guanare y con el Obispado, ya que mudó su
residencia de “Aparición de Nuestra Señora” para Guanare, donde vivió largo
tiempo. El Ilustrísimo señor Obispo don Juan Félix Valverde le dio nuevamente
licencias escritas para volver a recoger limosnas para la segura manutención
del Cura Párroco de “Aparición de Nuestra Señora”, pues Marcos Paredes, hasta
el fin de sus días, dedicó siempre sus esfuerzos al sostenimiento del culto de
Nuestra Señora de Coromoto.
Nadie, en toda Venezuela, conocía tan a
fondo la historia de Nuestra Señora de Coromoto como Paredes de San Nicolás por
las circunstancias que lo familiarizaron, hasta con los pormenores de esta
prodigiosa historia; por eso la extensa declaración (1) que dio de la aparición
ante el tribunal eclesiástico del doctor don Carlos de Herrera es un documento
de alto valor histórico y de importancia excepcional.
Cargado ya de años y lleno de méritos,
murió Paredes a una edad muy avanzada.
(1)
Léanse las declaraciones de Marcos Paredes de San Nicolás en el capítulo
XXI y en la sección documental su actuación en beneficio del pueblo de Indios y
del culto de Nuestra Señora de Coromoto.
EL CURA BUENAVENTURA EGURROLA DESTRUYE
LA OBRA DE MARCOS PAREDES DE SAN NICOLÁS.__
GESTIONA EL TRASLADO DEL PUEBLO DE
“APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA”.
__ ENERGICA OPOSICIÓN DE LOS INDIOS.__
INTERVENCIÓN
ECLESIASTICA.__
TRASLADO DEFINITIVO
La Virgen Santísima, con el prodigio del
Cuadro de la Dolorosa del Topo, marcó el sitio de su portentosa aparición de
1652, y Marcos Paredes de San Nicolás, para corresponder al querer de la Virgen
Santísima que parecía manifestar de modo tan extraordinario su voluntad de ser
honrada en aquel sitio, obtuvo la fundación de la iglesia y pueblo de Aparición
de Nuestra Señora.
Era, pues, de esperar que tanto la
iglesia y pueblo fundados por los trabajos y desvelos de Marcos Paredes de San
Nicolás perdurarían por siglos sin fin, pero, por desgracia, el 3 de febrero de
1760 tomó a su cargo el curato de “Aparición de Nuestra Señora” el joven
sacerdote Buenaventura Egurrola, nacido en Carora el 24 de julio de 1734 y ordenado
el 22 de diciembre de 1759 a título de Cura de “Aparición de Nuestra Señora”.
Era joven, tenía apenas veinticinco años
y era fiel cumplidor de sus obligaciones profesionales, pero de escaso valor
intelectual como nos lo da a entender el Obispo Martí, cuando dice: “Que es
tenido este cura por medianamente hábil.”
Su poca habilidad y más aún su terca
persistencia en querer mudar el pueblo de Aparición de Nuestra Señora, le
atrajeron no solamente la oposición, sino la enemistad de sus feligreses,
especialmente de los indios.
Desde que anda en este negocio de
trasladar la iglesia y pueblo viejo a esta mesa de Tucupido, dice el Obispo
citado, en su libro secreto, todos los que no gustan de esta traslación se
manifiestan enemigos de este cura, y los indios que no quieren su traslación
son sus enemigos y no quieren a este Cura.”
¿Qué razones impulsaron al Cura Egurrola
a cambiar el asiento del pueblo de Aparición de Nuestra Señora?
Estos motivos, que existían en tiempo de
la Aparición de la Santísima Virgen y aún cuando se efectuó la fundación del
pueblo, provenían de las grandes crecientes del río Guanare, que amenazaba
destruir el pueblo, construido sobre una altiplanicie contra cuyas laderas del
Este batía su impetuosa corriente en los tiempos de sus grandes avenidas.
Humanamente hablando, el Padre Egurrola
tenía razón de asustarse cuando el primer años de sus llegada a “Aparición de
Nuestra Señora”, contempló las majestuosas crecientes del Guanare, cuya
corriente lamía las laderas de la planicie en que se hallaba el pueblecito.
Pero, preciso es decirlo, el Padre Egurrola no estuvo a la altura de sus cargo;
él, que por vocación debía sostener la fe en la Santísima Virgen que se había
dignado aparecer allí, fue pusilánime y cobarde, falto de confianza en la
protección de la Santísima Virgen, aparecida en el sitio que ocupaba la iglesia
del pueblo y que por un portento singular había pedido ser honrada en aquel
lugar.
El Padre Egurrola conocía la Historia de
las maravillas de Nuestra Señora de Coromoto; él, como cura de la “Aparición de
Nuestra Señora de Coromoto”, estaba obligado a fomentar el culto de Nuestra
Señora de Coromoto y a tener confianza en su protección; pero el temor embargo
su alma; en él los motivos humanos dominaron los impulsos de la fe y en vez de
afianzar la fundación del pueblo con una confianza ciega en la Santísima Virgen
que, a no dudarlo, hubiese protegido el sitio que se había elegido, fue causa
de su destrucción y ruina.
A poco de estar en “Aparición de Nuestra
Señora”, el Pbro. Egurrola hizo las diligencias para trasladar el pueblo de la
confluencia del río Guanare con el Tucupido a otro lugar. Sus gestiones, que
sólo estimulaban los peligros del pueblo, callaban las causas gloriosas que
habían motivado su fundación, y fueron atendidas.
Con fecha 20 de septiembre de 1762, don
Lorenzo José Fernández de León, siendo a la sazón provisor del Obispado,
concedió licencias para la traslación de la iglesia del pueblo de Coromoto a
otro mejor y más seguro sitio y dio comisión al Vicario de Guanare para que en
compañía del delegado del Real Patrono que lo era el Capitán General y de
personas peritas reconociese el sitio de San José que era el que se señalaba
entonces como más a propósito para situar la iglesia y pueblo. Mandaba también
el Provisor que los peritos presupuestarán los gastos de construcción de la
nueva iglesia, con orden de no tocar a la de “Aparición de Nuestra Señora”,
mientras no estuviese lista la nueva, y que sólo entonces podía procederse a su demolición para aprovechar los
materiales buenos y útiles, y se le cercara para evitar el irrespeto de los
animales.
Francamente, es el caso de decir aquí
que el Padre Egurrola, con su nefanda empresa, hacia la obra del eterno enemigo
de Dios y con toda seguridad se puede afirmar que si el Pbro. Fernández de León
hubiese sabido que la iglesia de Coromoto se había construido por orden del
Obispo Diego de Baños y Sotomayor en el propio sitio de la Aparición de la
Santísima Virgen María y si hubiese conocido las maravillas de la Virgen
Santísima, jamás habría ordenado, ni siquiera permitido la destrucción de la
iglesia; y es triste reconocer que en este asunto la actuación del Padre
Egurrola es merecedora de la más acerba censura.
Previos los demás requisitos necesarios,
los peritos procedieron a cumplir el encargo; desecharon el sitio de San José,
y escogieron la mesa de Tucupido, inmediato al paso real de este rio, como a
dos leguas al Noreste del sitio de “Aparición de Nuestra Señora”.
Tan luego como los indios y otras
personas se enteraron del propósito del Padre Egurrola entraron en pugna contra
él. Sobrada razón tenían los pobres indios para oponerse a los desatinos y
arbitrariedades de este Cura y es de sentir que entre ellos no hubiese habido
persona de talento que se enfrentará con el Cura y llevará una representación
ante el Obispo y Capitán General para impedir el crimen religioso-social de la
destrucción de la iglesia de Coromoto.
Sin embargo, los indios cuyo afecto al
sitio de “Aparición de Nuestra Señora” era vivo y profundo por el recuerdo de
la Visita de la Madre de Dios a sus antepasados, negaron su cooperación y
obediencia al Cura, y cuando el 7 de septiembre de 1776 mudó la imagen de
Nuestra Señora de Coromoto a la Capilla provisional que había construido en la
mesa de Tucupido, donde debía mudar el pueblo, los indios rompieron sus relaciones
con él. Las cosas llegaron a tal extremo que las gentes preferían ir hasta
Guanare para cumplir con los deberes religiosos antes que reconocer la
autoridad de Egurrola.
Este, en resguardo de sus propios
intereses, se vio obligado a recurrir al apoyo del poder eclesiástico. Un
despacho del 12 de abril de 1777, firmado por el Dr. Lindo y el Notario del
tribunal del Obispado, Francisco Antonio de Sanz, mandaba al Vicario de Guanare
publicar en las Iglesias de Guanare, Coromoto y Boconó en la Misa solemne del
domingo, que, bajo pena de excomunión, todos los feligreses comprendidos entre
los ríos Guanare y Boconó debían reconocer por su párroco al Pbro. Buenaventura
Egurrola y ocurrir a él y a las iglesias de su cargo para las funciones
parroquiales y recibimiento de los santos Sacramentos. Contra los
desobedientes, el Vicario de Guanare estaba en el deber de vigilar el
cumplimiento de esta resolución y pasar informe al tribunal eclesiástico.
Es muy probable que ante presión tan
fuerte, los indios y demás personas se sometieran al Cura en lo que se
relacionaba con su ministerio espiritual, pero no convinieron nunca en la
mudanza del pueblo. Así es que en enero de 1778, fecha de la visita del Obispo
Mariano Martí al pueblo de Tucupido, o sea al pueblo del Cura Egurrola,
encontró al prelado que después de dieciséis años de haberse iniciado la
mudanza, el pueblo de Tucupido tenía muy pocas casas y un rancho que utilizaba
el Cura como Capilla provisional.
El Obispo Martí vio el fracaso del Padre
Egurrola, y aún hubiese sido tiempo de salvar la iglesia de Coromoto de la
orden de destrucción, pues, al haberse el Obispo impuesto del motivo de su
existencia o de haber recibido una representación formal al efecto, es probable
que hubiese tomado una resolución adecuada. Sin embargo, el Obispo no ignoró
totalmente la verdad de los hechos, pues dice: “Según dijo el Cura, se apareció
esta Nuestra Señora de Coromoto en el sitio donde hoy está la iglesia de dicho
pueblo viejo”, pero, a pesar de todo, intervino e hizo presión sobre los indios
para obligarlos a mudarse para Tucupido.
He aquí en que términos el Sr. Martí nos
refiere el hecho en sus apuntes secretos:
“En el año de 1699 se estableció pueblo
de españoles e iglesia en el sitio que ayer fui a visitar, distante de este
pueblo nuevo dos leguas, ahora se ha mandado trasladar toda a esta mesa de
Tucupido, donde se va fundando este nuevo pueblo e iglesia. Estos indios son
Cospes o nación Cospe (debe leerse Coromotos), son libres de Tributo… Ha más de
un año que no hay doctrina en pueblo viejo ni acá, por no haber querido los
indios venir acá, y ahora me dicen que ya vendrán a poblarse acá, no obstante
que algunos no lo quieran. Pero si se necesitará, se les obligaría por la
fuerza, en virtud de las órdenes del Gobernador y mías, que disponen la
traslación de la iglesia y pueblo viejo de la orilla del rio de Guanare a este
sitio de la mesa de Tucupido, que es un sitio bellísimo para pueblo, sin
faltarle circunstancia alguna. En estos días que he venido acá se han delineado
las cuadras de este pueblo nuevo, junto a la iglesia, a la banda de poniente,
fuera de la plaza, para que los indios del pueblo viejo edifiquen sus casas en
dichas cuadras y se ha prevenido a este cura que luego que algunos indios
tengan sus casa acá, aunque sean pocos, ponga luego doctrina; por ahora ni la
hay acá ni en el pueblo viejo, como arriba queda dicho.”
(Del diario secreto de Visita del Obispo
Mariano Martí)
Antes de retirarse de Tucupido, el
Obispo dejó consignadas en un escrito sus anotaciones y órdenes referentes al
cambio de pueblo y a la construcción de una Iglesia.
1.º__ Comisionaba al Vicario de Guanare
para hacer la ceremonia de la colocación de la primera piedra de la iglesia y,
al terminar la construcción, efectuar su bendición solemne.
2.º__ Ordenaba que, en vista de que la
población de la parroquia era numerosa, se diera a la construcción material de
la iglesia un tamaño suficiente para dar cabida a todos (1).
3.º__ Después de formular los peritos el
presupuesto de gastos, debían estos repartirse entre todos los feligreses de
acuerdo con los medios de que dispusieran.
4.º__ Los indios y demás gentes pobres
debían dar también su aporte trabajando en cuadrillas por espacio de siete días
cada uno.
A poco de haberse ido el Obispo
contabánse 27 casas en el pueblo nuevo o Tucupido, pertenecientes a otros que
no eran indios, mientras que en la Aparición de Coromoto quedaban aún 24 casas,
viviendas de los indios.
Poco a poco los indios, cumpliendo su
ofrecimiento al Obispo, fueron mudándose para el sitio de Tucupido. Es de notar
que siendo todas las casas de palma y bahareque, era entonces relativamente
fácil el cambio del asiento de un pueblo. En este mismo año de 1778,
Buenaventura Egurrola fue promovido al curato de Carora, cargo que desempeño
por poco tiempo, pues falleció en dicha ciudad el 15 de abril de 1782.
Antonio José Carrasco, colegial de Santa
Rosa, le sustituyó en Tucupido, y en 1789, habiendo sido promovido para Guanare,
vino de Patanemo a sustituirlo el Presbítero Lucas José Hernández, y a los
pocos años de estar en Tucupido, en 1796, murió al frente de su parroquia, y
entró luego a regentarla el Presbítero Gabriel Díaz.
Un censo de la parroquia levantado por
el Presbítero Br. Antonio José Carrasco y fechado el 29 de junio de 1782 arroja
2.533 almas para la parroquia de “Aparición de Coromoto de Tucupido” (2),
distribuidos así: 695 blancos, 320 indios, 1.314 pardos y 194 esclavos.
Estos datos dan un aumento de 936 personas
sobre el censo de Martí, aumento importante si se considera que sólo habían
transcurrido escasamente unos cinco años. Creemos que este rápido aumento fue
debido al incremento de la agricultura, especialmente al ensanche del cultivo
del añil, cacao, tabaco y al desarrollo de la industria pecuaria.
Desde su fundación hasta su traslación a
la mesa de Tucupido, la iglesia de “Aparición de Nuestra Señora” recibió cuatro
veces la visita de los Delegados Eclesiásticos.
En 1715, el Obispo Francisco del Rincón,
hallándose en Guanare, por auto del 23 de abril, delegó al Presbítero Rendón
Sarmiento, Notario público y Secretario de Cámara del ilustrísimo señor Obispo,
para practicar visita al pueblo de “Aparición de Nuestra Señora”, lo cual hizo
con el ceremonial acostumbrado, acompañado del Presbítero doctor Juan Dorantes,
Sacristán Mayor de Guanare, y de Francisco de Alaejos, Notario de Visita. Era
entonces cura de Coromoto el Presbítero Manuel de Grados.
En 1709, el Presbítero Juan Pérez de
Hurtado, Vicario del Tocuyo, con carácter de Juez Visitador estuvo también en
“Aparición de Nuestra Señora”, cuyo cura capellán a la sazón era el Presbítero
Licenciado Francisco Matute de Aguiar. En las anotaciones de su visita Pérez Hurtado
nos dejó relación extensa de la Iglesia:
Iglesia de Aparición de Nuestra
Señora.__ Esta iglesia, levantada por Marcos Paredes de San Nicolás, constaba
de un solo cañón de 45 y media varas de largo por 10 varas de ancho. Tenía tres
puertas al frente y sólo el presbítero estaba enladrillado. Su construcción de
bahareque estaba en 1729 cubierta con palmas, pero por gestiones y trabajos de
Marcos Paredes de San Nicolás se le puso techo de tejas. El Cacique Coromoto
donde la Santísima Virgen había parecido en 1652, media seis varas de ancho. El
altar era de adobes cubierto de ladrillos y la mesa hallábase además forrada
con tablas. A espaldas del altar mayor, en forma de media agua, estaba la
sacristía, de seis varas de largo, con dos puertas laterales. En el altar
hallábanse dos Sagrarios de madera dorada, En el altar hallábanse dos Sagrarios
de madera dorada, el uno para el Santísimo Sacramento y el otro para la
milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Coromoto. Veíase también en la iglesia
un altar a Nuestra Señora del Topo; otro de la Aparición de Nuestra Señora, con
un cuadro al óleo de dos varas y media de alto, que representaba la Aparición
de la Santísima Virgen a los indios; es de sentir que este cuadro no haya
llegado hasta nosotros.
En los días 16 de enero de 1746 el
doctor Carlos Herrera salió a practicar visita a Coromoto en compañía del
Licenciado Nicolás Delgado, del muy reverendo Fray Juan de Ulloa, de la Orden
de San Francisco de Paula, y del Presbítero Francisco Quintana y de otros
clérigos; de Justicia Mayor, don Manuel López de Espronceda; del Maestro de
Campo, Francisco Javier Delgado, y del Juez Eclesiástico y Vicario de Guanare.
El Br. Buenaventura Borjes, que era cura
capellán de Coromoto, con las autoridades indias, salió a recibir al distinguido
visitante, mientras el pueblo esperaba la comitiva en el paso del río Guanare,
inmediato al caserío y a su iglesia. Herrera visitó la iglesia y sus bienes y
se formalizó de cuanto podía interesarle.
El 26 de septiembre de 1763 el doctor
Juan Antonio Montero visitó a Coromoto por el Obispo don Diego Antonio Díez
Madroñero, y por la extensa relación que nos hace de la iglesia sabemos que, a
pesar de tener las mismas dimensiones que en 1729, había, sin embargo, tenido
reformas esenciales; el bahareque de sus paredes había sido sustituido por
tapias de tierra pisada sujetas por rafas de mampostería y su cubierta era de
tejas.
Esta iglesia, terminada, había sido
solemnemente bendecida por el Vicario de Guanare, según orden del Obispo don
Juan García Abadiano, en 1745.
De este modo parecía asegurado para
siempre el respeto y veneración general al sitio de la Aparición de la
Santísima Virgen; pero, por temor al río Guanare, el cura Egurrola deshizo lo
que la constancia y piedad de muchos años había edificado a honra y gloria de
la Santísima Virgen, que tan gloriosamente había inmortalizado aquel sitio con
su portentosa Aparición del 8 de septiembre de 1652.
SACERDOTES DE LA IGLESIA DEL PUEBLO DE
“APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA”, DESDE 1699, FECHA DE SU FUNDACIÓN, HASTA SU
TRASLACIÓN, 1778
El pueblo construido en el mismo sitio
de la aparición de la Santísima Virgen se designaba a veces bajo esta forma:
“En el sitio de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto y Pueblo de
Tucupido…”
Presbítero Manuel de Grados, 1699-1720
(su primer capellán).
Presbítero Francisco Sambrano, 1721.
Licenciado Matute de Aguiar, 1729-1733
(15 de diciembre).
Buenaventura Borges, desde diciembre
1733 hasta 1749.
Licenciado Tomás Albarrán.
Presbítero Br. Miguel Castillo, 1758.
Presbítero Buenaventura Egurrola,
1760-1778.
Al mudar el pueblo e iglesia de
“Aparición de Nuestra Señora” del sitio de Tucupío (o Tucupido) en las
confluencias de los ríos Guanare y Tucupido, a la mesa del mismo nombre, a 2
leguas al noroeste, la parroquia guardo oficialmente aún el nombre de
“Aparición de Nuestra Señora”, pero poco a poco el pueblo se designó con el
solo nombre de Tucupido, que ha conservado hasta nuestros días.
Presbítero Antonio José Carrasco, sustituto
inmediato de B. Egurrola, 1778; en 1788 pasó al curato de Guanare.
Lucas José Hernández vino del curato de
Patanemo, 1789, y murió en 1796.
Presbítero José Nicolás Fajardo,
1791-1792.
José Gabriel Díez, 1796-1816.
Presbítero José Antonio Unda.
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(1)
El censo que de la parroquia de Aparición de Nuestra Señora hizo al
Obispo Mariano Martí dio el siguiente resultado: Blancos, 704; pardos, 659;
negros, 59; esclavos, 128; total: 1.597 habitantes.
(2)
Al mudar el pueblo se le siguió dando el nombre de “Aparición de Nuestra
Señora de Tucupido”, pero como la primera parte no correspondiera a la verdad,
perdió pronto este nombre y solamente le designaron Tucupido, que aún conserva.
El sitio donde apareció la Santísima Virgen, dos leguas al sudeste, se llamaba
también Tucupido (Tucupío) y el sitio donde se mudó el pueblo llevaba el mismo
nombre. Esto obedece a que en el llano se daba y aún suele darse la misma
definición a extensas regiones. Con el nombre de Tucupido se designaba toda la
comarca circunvecina al río de este nombre desde su confluencia con el de
Guanare hasta el pie de la serranía.