EL GRAN APOSTOL


MARCOS PAREDES DE SAN NICOLAS

 Entre todos los que se interesaron por el culto de Nuestra Señora de Coromoto y más contribuyeron a su propagación y afianzamiento figura, como primero y principal, Marcos Paredes de San Nicolás, por cuya razón damos unos someros apuntes biográficos de este insigne apóstol mariano.

No conocemos el lugar de su nacimiento, por ciertas circunstancias de su vida, nos inclinaríamos a creerlo oriundo de la región de Barinas, a la sazón perteneciente a la Nueva Granada; sin embargo, podría ser el mismo Nicolás de Paredes que figura en temas que expondremos más adelante, como vecino de Mérida, por aparecer, poco más o menos con idéntica designación, en cierta referencia documental.

Desde joven profeso singular devoción a Nuestra Señora de Coromoto, así por primera vez, lo vemos en 1698, a la edad de cincuenta y dos años, en Guanare, pasando una temporada en dicha ciudad, para cumplir unas promesa de novenas ofrecidas a Nuestra Señora de Coromoto, en gratitud de unos beneficios recibidos de su liberalidad, y fue precisamente en esta ocasión cuando principió lo que podríamos llamar su actuación mariana en favor de Nuestra Señora de Coromoto.

El cura de Guanare, Leonardo de Reinoso, lo designo para que acompañara al agustino Diego de Olaya en la recolección de limosnas para Nuestra Señora del Topo y en esta ocasión fue testigo del milagroso encuentro del sitio que ocupaba la choza del Cacique Coromoto, en la cual la Santísima Virgen había aparecido en 1652, y de la inesperada llegada de los indios para poblarse en dicho sitio. Movido entonces Paredes por celestial impulso, formó el proyecto de prestar su decidido apoyo a la obra de Nuestra Señora de Coromoto, sin escatimar trabajos de toda clase y viajes incesantes, haciendo siempre caso omiso de los sinsabores, disgustos y largos años que dedicó a su apostólica labor.

En el grave y largo litigio del Cabildo de Guanare, que quería usurpar las tierras de los aborígenes, Marcos Paredes de San Nicolás, en su carácter de apoderado del protector de indios, Diego Pacheco Carvajal, quien había donado estas tierras a la Virgen de Coromoto para el uso de los indios, como tal apoderado, desplego las mayores actividades, que dieron el triunfo a la justa causa que defendiera.

Ya hemos visto como, por sus gestiones, se fundó el pueblo y se construyó la iglesia de “Aparición de Nuestra Señora”; y su inmenso amor a la Santísima Virgen de Coromoto le hizo fijar su residencia en este pueblo, en compañía de los indios Coromotos. Durante dieciséis años recorrió las ciudades, villas y principales pueblos de la provincia reuniendo las limosnas y dones que los fieles venezolanos ofrecían a Nuestra Señora de Coromoto. (Léase más adelante lo que se refiere de Marcos Paredes de San Nicolás el misionero Miguel Alejo Schabel).

Su conducta ejemplar y su virtud acrisolada le merecieron el aprecio de SANTO, concepto en el que lo tenía el misionero que mencionamos.

En 1715, en Guanare, el Obispo Fray Francisco del Rincón dictó auto de detención contra él por no haberse presentado a rendir cuentas ante el Vicariato y por no haber comparecido a tiempo de su visita pastoral en dicha ciudad; y a la vez que le cancelaba el permiso que tenia de recoger limosnas desde el año de 1699.

No se vaya a creer que por este hecho Marcos Paredes defraudara las dádivas que recibiera o que hubiese huido para esconder manejos escandalosos de los fondos que le entregaban. No , es probable que entonces se hallara en Nueva Granada, por la región de Barinas, pues su grande devoción para con la Santísima Virgen le movía también a prestar su ayuda y auxilio al Santuario de Nuestra Señora del Real de Barinas y recibía también fondos para las necesidades y culto de esta Sagrada Imagen y capilla de su advocación.

Lo que puede tal vez haber sucedido es que Marcos Paredes haya dedicado al Santuario de Nuestra Señora del Real una parte del fruto de sus importantes recolecciones, lo que en su buena fe consideraría legítimo y decoroso, ya que siempre era para gloria de la excelsa Madre de Dios, a pesar de ser bajo otra advocación y en distinto lugar.

Poco después, Marcos Paredes arregló su situación con el Vicario de Guanare y con el Obispado, ya que mudó su residencia de “Aparición de Nuestra Señora” para Guanare, donde vivió largo tiempo. El Ilustrísimo señor Obispo don Juan Félix Valverde le dio nuevamente licencias escritas para volver a recoger limosnas para la segura manutención del Cura Párroco de “Aparición de Nuestra Señora”, pues Marcos Paredes, hasta el fin de sus días, dedicó siempre sus esfuerzos al sostenimiento del culto de Nuestra Señora de Coromoto.

Nadie, en toda Venezuela, conocía tan a fondo la historia de Nuestra Señora de Coromoto como Paredes de San Nicolás por las circunstancias que lo familiarizaron, hasta con los pormenores de esta prodigiosa historia; por eso la extensa declaración (1) que dio de la aparición ante el tribunal eclesiástico del doctor don Carlos de Herrera es un documento de alto valor histórico y de importancia excepcional.

Cargado ya de años y lleno de méritos, murió Paredes a una edad muy avanzada.
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(1)  Léanse las declaraciones de Marcos Paredes de San Nicolás en el capítulo XXI y en la sección documental su actuación en beneficio del pueblo de Indios y del culto de Nuestra Señora de Coromoto.

EL CURA BUENAVENTURA EGURROLA DESTRUYE LA OBRA DE MARCOS PAREDES DE SAN NICOLÁS.__
 GESTIONA EL TRASLADO DEL PUEBLO DE “APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA”.
__ ENERGICA OPOSICIÓN DE LOS INDIOS.__ 
INTERVENCIÓN ECLESIASTICA.__ 
TRASLADO DEFINITIVO

La Virgen Santísima, con el prodigio del Cuadro de la Dolorosa del Topo, marcó el sitio de su portentosa aparición de 1652, y Marcos Paredes de San Nicolás, para corresponder al querer de la Virgen Santísima que parecía manifestar de modo tan extraordinario su voluntad de ser honrada en aquel sitio, obtuvo la fundación de la iglesia y pueblo de Aparición de Nuestra Señora.

Era, pues, de esperar que tanto la iglesia y pueblo fundados por los trabajos y desvelos de Marcos Paredes de San Nicolás perdurarían por siglos sin fin, pero, por desgracia, el 3 de febrero de 1760 tomó a su cargo el curato de “Aparición de Nuestra Señora” el joven sacerdote Buenaventura Egurrola, nacido en Carora el 24 de julio de 1734 y ordenado el 22 de diciembre de 1759 a título de Cura de “Aparición de Nuestra Señora”.

Era joven, tenía apenas veinticinco años y era fiel cumplidor de sus obligaciones profesionales, pero de escaso valor intelectual como nos lo da a entender el Obispo Martí, cuando dice: “Que es tenido este cura por medianamente hábil.”

Su poca habilidad y más aún su terca persistencia en querer mudar el pueblo de Aparición de Nuestra Señora, le atrajeron no solamente la oposición, sino la enemistad de sus feligreses, especialmente de los indios.

Desde que anda en este negocio de trasladar la iglesia y pueblo viejo a esta mesa de Tucupido, dice el Obispo citado, en su libro secreto, todos los que no gustan de esta traslación se manifiestan enemigos de este cura, y los indios que no quieren su traslación son sus enemigos y no quieren a este Cura.”

¿Qué razones impulsaron al Cura Egurrola a cambiar el asiento del pueblo de Aparición de Nuestra Señora?

Estos motivos, que existían en tiempo de la Aparición de la Santísima Virgen y aún cuando se efectuó la fundación del pueblo, provenían de las grandes crecientes del río Guanare, que amenazaba destruir el pueblo, construido sobre una altiplanicie contra cuyas laderas del Este batía su impetuosa corriente en los tiempos de sus grandes avenidas.

Humanamente hablando, el Padre Egurrola tenía razón de asustarse cuando el primer años de sus llegada a “Aparición de Nuestra Señora”, contempló las majestuosas crecientes del Guanare, cuya corriente lamía las laderas de la planicie en que se hallaba el pueblecito. Pero, preciso es decirlo, el Padre Egurrola no estuvo a la altura de sus cargo; él, que por vocación debía sostener la fe en la Santísima Virgen que se había dignado aparecer allí, fue pusilánime y cobarde, falto de confianza en la protección de la Santísima Virgen, aparecida en el sitio que ocupaba la iglesia del pueblo y que por un portento singular había pedido ser honrada en aquel lugar.

El Padre Egurrola conocía la Historia de las maravillas de Nuestra Señora de Coromoto; él, como cura de la “Aparición de Nuestra Señora de Coromoto”, estaba obligado a fomentar el culto de Nuestra Señora de Coromoto y a tener confianza en su protección; pero el temor embargo su alma; en él los motivos humanos dominaron los impulsos de la fe y en vez de afianzar la fundación del pueblo con una confianza ciega en la Santísima Virgen que, a no dudarlo, hubiese protegido el sitio que se había elegido, fue causa de su destrucción y ruina.

A poco de estar en “Aparición de Nuestra Señora”, el Pbro. Egurrola hizo las diligencias para trasladar el pueblo de la confluencia del río Guanare con el Tucupido a otro lugar. Sus gestiones, que sólo estimulaban los peligros del pueblo, callaban las causas gloriosas que habían motivado su fundación, y fueron atendidas.

Con fecha 20 de septiembre de 1762, don Lorenzo José Fernández de León, siendo a la sazón provisor del Obispado, concedió licencias para la traslación de la iglesia del pueblo de Coromoto a otro mejor y más seguro sitio y dio comisión al Vicario de Guanare para que en compañía del delegado del Real Patrono que lo era el Capitán General y de personas peritas reconociese el sitio de San José que era el que se señalaba entonces como más a propósito para situar la iglesia y pueblo. Mandaba también el Provisor que los peritos presupuestarán los gastos de construcción de la nueva iglesia, con orden de no tocar a la de “Aparición de Nuestra Señora”, mientras no estuviese lista la nueva, y que sólo entonces podía procederse  a su demolición para aprovechar los materiales buenos y útiles, y se le cercara para evitar el irrespeto de los animales.

Francamente, es el caso de decir aquí que el Padre Egurrola, con su nefanda empresa, hacia la obra del eterno enemigo de Dios y con toda seguridad se puede afirmar que si el Pbro. Fernández de León hubiese sabido que la iglesia de Coromoto se había construido por orden del Obispo Diego de Baños y Sotomayor en el propio sitio de la Aparición de la Santísima Virgen María y si hubiese conocido las maravillas de la Virgen Santísima, jamás habría ordenado, ni siquiera permitido la destrucción de la iglesia; y es triste reconocer que en este asunto la actuación del Padre Egurrola es merecedora de la más acerba censura.

Previos los demás requisitos necesarios, los peritos procedieron a cumplir el encargo; desecharon el sitio de San José, y escogieron la mesa de Tucupido, inmediato al paso real de este rio, como a dos leguas al Noreste del sitio de “Aparición de Nuestra Señora”.

Tan luego como los indios y otras personas se enteraron del propósito del Padre Egurrola entraron en pugna contra él. Sobrada razón tenían los pobres indios para oponerse a los desatinos y arbitrariedades de este Cura y es de sentir que entre ellos no hubiese habido persona de talento que se enfrentará con el Cura y llevará una representación ante el Obispo y Capitán General para impedir el crimen religioso-social de la destrucción de la iglesia de Coromoto.

Sin embargo, los indios cuyo afecto al sitio de “Aparición de Nuestra Señora” era vivo y profundo por el recuerdo de la Visita de la Madre de Dios a sus antepasados, negaron su cooperación y obediencia al Cura, y cuando el 7 de septiembre de 1776 mudó la imagen de Nuestra Señora de Coromoto a la Capilla provisional que había construido en la mesa de Tucupido, donde debía mudar el pueblo, los indios rompieron sus relaciones con él. Las cosas llegaron a tal extremo que las gentes preferían ir hasta Guanare para cumplir con los deberes religiosos antes que reconocer la autoridad de Egurrola.

Este, en resguardo de sus propios intereses, se vio obligado a recurrir al apoyo del poder eclesiástico. Un despacho del 12 de abril de 1777, firmado por el Dr. Lindo y el Notario del tribunal del Obispado, Francisco Antonio de Sanz, mandaba al Vicario de Guanare publicar en las Iglesias de Guanare, Coromoto y Boconó en la Misa solemne del domingo, que, bajo pena de excomunión, todos los feligreses comprendidos entre los ríos Guanare y Boconó debían reconocer por su párroco al Pbro. Buenaventura Egurrola y ocurrir a él y a las iglesias de su cargo para las funciones parroquiales y recibimiento de los santos Sacramentos. Contra los desobedientes, el Vicario de Guanare estaba en el deber de vigilar el cumplimiento de esta resolución y pasar informe al tribunal eclesiástico.

Es muy probable que ante presión tan fuerte, los indios y demás personas se sometieran al Cura en lo que se relacionaba con su ministerio espiritual, pero no convinieron nunca en la mudanza del pueblo. Así es que en enero de 1778, fecha de la visita del Obispo Mariano Martí al pueblo de Tucupido, o sea al pueblo del Cura Egurrola, encontró al prelado que después de dieciséis años de haberse iniciado la mudanza, el pueblo de Tucupido tenía muy pocas casas y un rancho que utilizaba el Cura como Capilla provisional.

El Obispo Martí vio el fracaso del Padre Egurrola, y aún hubiese sido tiempo de salvar la iglesia de Coromoto de la orden de destrucción, pues, al haberse el Obispo impuesto del motivo de su existencia o de haber recibido una representación formal al efecto, es probable que hubiese tomado una resolución adecuada. Sin embargo, el Obispo no ignoró totalmente la verdad de los hechos, pues dice: “Según dijo el Cura, se apareció esta Nuestra Señora de Coromoto en el sitio donde hoy está la iglesia de dicho pueblo viejo”, pero, a pesar de todo, intervino e hizo presión sobre los indios para obligarlos a mudarse para Tucupido.

He aquí en que términos el Sr. Martí nos refiere el hecho en sus apuntes secretos:

“En el año de 1699 se estableció pueblo de españoles e iglesia en el sitio que ayer fui a visitar, distante de este pueblo nuevo dos leguas, ahora se ha mandado trasladar toda a esta mesa de Tucupido, donde se va fundando este nuevo pueblo e iglesia. Estos indios son Cospes o nación Cospe (debe leerse Coromotos), son libres de Tributo… Ha más de un año que no hay doctrina en pueblo viejo ni acá, por no haber querido los indios venir acá, y ahora me dicen que ya vendrán a poblarse acá, no obstante que algunos no lo quieran. Pero si se necesitará, se les obligaría por la fuerza, en virtud de las órdenes del Gobernador y mías, que disponen la traslación de la iglesia y pueblo viejo de la orilla del rio de Guanare a este sitio de la mesa de Tucupido, que es un sitio bellísimo para pueblo, sin faltarle circunstancia alguna. En estos días que he venido acá se han delineado las cuadras de este pueblo nuevo, junto a la iglesia, a la banda de poniente, fuera de la plaza, para que los indios del pueblo viejo edifiquen sus casas en dichas cuadras y se ha prevenido a este cura que luego que algunos indios tengan sus casa acá, aunque sean pocos, ponga luego doctrina; por ahora ni la hay acá ni en el pueblo viejo, como arriba queda dicho.”

(Del diario secreto de Visita del Obispo Mariano Martí)

Antes de retirarse de Tucupido, el Obispo dejó consignadas en un escrito sus anotaciones y órdenes referentes al cambio de pueblo y a la construcción de una Iglesia.

1.º__ Comisionaba al Vicario de Guanare para hacer la ceremonia de la colocación de la primera piedra de la iglesia y, al terminar la construcción, efectuar su bendición solemne.

2.º__ Ordenaba que, en vista de que la población de la parroquia era numerosa, se diera a la construcción material de la iglesia un tamaño suficiente para dar cabida a todos (1).

3.º__ Después de formular los peritos el presupuesto de gastos, debían estos repartirse entre todos los feligreses de acuerdo con los medios de que dispusieran.

4.º__ Los indios y demás gentes pobres debían dar también su aporte trabajando en cuadrillas por espacio de siete días cada uno.

A poco de haberse ido el Obispo contabánse 27 casas en el pueblo nuevo o Tucupido, pertenecientes a otros que no eran indios, mientras que en la Aparición de Coromoto quedaban aún 24 casas, viviendas de los indios.

Poco a poco los indios, cumpliendo su ofrecimiento al Obispo, fueron mudándose para el sitio de Tucupido. Es de notar que siendo todas las casas de palma y bahareque, era entonces relativamente fácil el cambio del asiento de un pueblo. En este mismo año de 1778, Buenaventura Egurrola fue promovido al curato de Carora, cargo que desempeño por poco tiempo, pues falleció en dicha ciudad el 15 de abril de 1782.

Antonio José Carrasco, colegial de Santa Rosa, le sustituyó en Tucupido, y en 1789, habiendo sido promovido para Guanare, vino de Patanemo a sustituirlo el Presbítero Lucas José Hernández, y a los pocos años de estar en Tucupido, en 1796, murió al frente de su parroquia, y entró luego a regentarla el Presbítero Gabriel Díaz.

Un censo de la parroquia levantado por el Presbítero Br. Antonio José Carrasco y fechado el 29 de junio de 1782 arroja 2.533 almas para la parroquia de “Aparición de Coromoto de Tucupido” (2), distribuidos así: 695 blancos, 320 indios, 1.314 pardos y 194 esclavos.

Estos datos dan un aumento de 936 personas sobre el censo de Martí, aumento importante si se considera que sólo habían transcurrido escasamente unos cinco años. Creemos que este rápido aumento fue debido al incremento de la agricultura, especialmente al ensanche del cultivo del añil, cacao, tabaco y al desarrollo de la industria pecuaria.

Desde su fundación hasta su traslación a la mesa de Tucupido, la iglesia de “Aparición de Nuestra Señora” recibió cuatro veces la visita de los Delegados Eclesiásticos.

En 1715, el Obispo Francisco del Rincón, hallándose en Guanare, por auto del 23 de abril, delegó al Presbítero Rendón Sarmiento, Notario público y Secretario de Cámara del ilustrísimo señor Obispo, para practicar visita al pueblo de “Aparición de Nuestra Señora”, lo cual hizo con el ceremonial acostumbrado, acompañado del Presbítero doctor Juan Dorantes, Sacristán Mayor de Guanare, y de Francisco de Alaejos, Notario de Visita. Era entonces cura de Coromoto el Presbítero Manuel de Grados.

En 1709, el Presbítero Juan Pérez de Hurtado, Vicario del Tocuyo, con carácter de Juez Visitador estuvo también en “Aparición de Nuestra Señora”, cuyo cura capellán a la sazón era el Presbítero Licenciado Francisco Matute de Aguiar. En las anotaciones de su visita Pérez Hurtado nos dejó relación extensa de la Iglesia:

Iglesia de Aparición de Nuestra Señora.__ Esta iglesia, levantada por Marcos Paredes de San Nicolás, constaba de un solo cañón de 45 y media varas de largo por 10 varas de ancho. Tenía tres puertas al frente y sólo el presbítero estaba enladrillado. Su construcción de bahareque estaba en 1729 cubierta con palmas, pero por gestiones y trabajos de Marcos Paredes de San Nicolás se le puso techo de tejas. El Cacique Coromoto donde la Santísima Virgen había parecido en 1652, media seis varas de ancho. El altar era de adobes cubierto de ladrillos y la mesa hallábase además forrada con tablas. A espaldas del altar mayor, en forma de media agua, estaba la sacristía, de seis varas de largo, con dos puertas laterales. En el altar hallábanse dos Sagrarios de madera dorada, En el altar hallábanse dos Sagrarios de madera dorada, el uno para el Santísimo Sacramento y el otro para la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Coromoto. Veíase también en la iglesia un altar a Nuestra Señora del Topo; otro de la Aparición de Nuestra Señora, con un cuadro al óleo de dos varas y media de alto, que representaba la Aparición de la Santísima Virgen a los indios; es de sentir que este cuadro no haya llegado hasta nosotros.

En los días 16 de enero de 1746 el doctor Carlos Herrera salió a practicar visita a Coromoto en compañía del Licenciado Nicolás Delgado, del muy reverendo Fray Juan de Ulloa, de la Orden de San Francisco de Paula, y del Presbítero Francisco Quintana y de otros clérigos; de Justicia Mayor, don Manuel López de Espronceda; del Maestro de Campo, Francisco Javier Delgado, y del Juez Eclesiástico y Vicario de Guanare.

El Br. Buenaventura Borjes, que era cura capellán de Coromoto, con las autoridades indias, salió a recibir al distinguido visitante, mientras el pueblo esperaba la comitiva en el paso del río Guanare, inmediato al caserío y a su iglesia. Herrera visitó la iglesia y sus bienes y se formalizó de cuanto podía interesarle.

El 26 de septiembre de 1763 el doctor Juan Antonio Montero visitó a Coromoto por el Obispo don Diego Antonio Díez Madroñero, y por la extensa relación que nos hace de la iglesia sabemos que, a pesar de tener las mismas dimensiones que en 1729, había, sin embargo, tenido reformas esenciales; el bahareque de sus paredes había sido sustituido por tapias de tierra pisada sujetas por rafas de mampostería y su cubierta era de tejas.

Esta iglesia, terminada, había sido solemnemente bendecida por el Vicario de Guanare, según orden del Obispo don Juan García Abadiano, en 1745.

De este modo parecía asegurado para siempre el respeto y veneración general al sitio de la Aparición de la Santísima Virgen; pero, por temor al río Guanare, el cura Egurrola deshizo lo que la constancia y piedad de muchos años había edificado a honra y gloria de la Santísima Virgen, que tan gloriosamente había inmortalizado aquel sitio con su portentosa Aparición del 8 de septiembre de 1652.

SACERDOTES DE LA IGLESIA DEL PUEBLO DE “APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA”, DESDE 1699, FECHA DE SU FUNDACIÓN, HASTA SU TRASLACIÓN, 1778

El pueblo construido en el mismo sitio de la aparición de la Santísima Virgen se designaba a veces bajo esta forma: “En el sitio de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto y Pueblo de Tucupido…”

Presbítero Manuel de Grados, 1699-1720 (su primer capellán).

Presbítero Francisco Sambrano, 1721.

Licenciado Matute de Aguiar, 1729-1733 (15 de diciembre).

Buenaventura Borges, desde diciembre 1733 hasta 1749.

Licenciado Tomás Albarrán.

Presbítero Br. Miguel Castillo, 1758.

Presbítero Buenaventura Egurrola, 1760-1778.

Al mudar el pueblo e iglesia de “Aparición de Nuestra Señora” del sitio de Tucupío (o Tucupido) en las confluencias de los ríos Guanare y Tucupido, a la mesa del mismo nombre, a 2 leguas al noroeste, la parroquia guardo oficialmente aún el nombre de “Aparición de Nuestra Señora”, pero poco a poco el pueblo se designó con el solo nombre de Tucupido, que ha conservado hasta nuestros días.

 Presbítero Antonio José Carrasco, sustituto inmediato de B. Egurrola, 1778; en 1788 pasó al curato de Guanare.

Lucas José Hernández vino del curato de Patanemo, 1789, y murió en 1796.

Presbítero José Nicolás Fajardo, 1791-1792.

José Gabriel Díez, 1796-1816.

Presbítero José Antonio Unda.

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(1)  El censo que de la parroquia de Aparición de Nuestra Señora hizo al Obispo Mariano Martí dio el siguiente resultado: Blancos, 704; pardos, 659; negros, 59; esclavos, 128; total: 1.597 habitantes.
(2)  Al mudar el pueblo se le siguió dando el nombre de “Aparición de Nuestra Señora de Tucupido”, pero como la primera parte no correspondiera a la verdad, perdió pronto este nombre y solamente le designaron Tucupido, que aún conserva. El sitio donde apareció la Santísima Virgen, dos leguas al sudeste, se llamaba también Tucupido (Tucupío) y el sitio donde se mudó el pueblo llevaba el mismo nombre. Esto obedece a que en el llano se daba y aún suele darse la misma definición a extensas regiones. Con el nombre de Tucupido se designaba toda la comarca circunvecina al río de este nombre desde su confluencia con el de Guanare hasta el pie de la serranía.


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