EL SITIO DE LA APARICIÓN
EL SITIO DE LA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN DESDE LA MUDANZA DEL PUEBLO HASTA NUESTROS DÍAS
Al acceder al traslado del pueblo, la
autoridad eclesiástica disponía, por
respeto a la santidad del lugar, que se cercara el recinto de la iglesia. No
sabemos si esta decisión se cumplió, pero durante más de un siglo quedaron
restos de los que se llamaba el Pueblo Viejo de Tucupido, o también “La
Plazuela”, por la explanada que limitaba allí al río Guanare por el Este y
sobre la cual se había construido el pueblo.
Hasta 1892 se veían aún en aquel sitio
los vestigios de la antigua iglesia, y conocimos a un hombre (hoy difunto) que
había construido su casita arrimada a una rafa de la antigua iglesia; pero el recuerdo
de que aquel era el sitio de la Aparición de la Santísima Virgen a los
Coromotos se borró de la memoria de los habitantes de Guanare y aún de los de
Tucupido.
En la citada fecha de 1892 el río
Guanare tuvo una creciente extraordinaria, la mayor que recuerdan aún los pocos
vecinos ancianos de sus riberas (1); debido al ímpetu y el inmenso caudal de
sus aguas y a los troncos de árboles seculares que arrastraban, desvió su curso
hacia la derecha en un trayecto de tres a cuatro kilómetros. Desde la desembocadura
de la Quebrada de la Virgen se abrió cauce a su derecha, hasta su unión con el
Tucupido, resultando así que la parte de la explanada sobre la cual estaba
antes el pueblo de Coromoto fue cortada por las aguas, y el sitio exacto de la
Aparición, que se hallaba en el ángulo formado por la confluencia de los dos
ríos, quedo desde aquel año en la margen izquierda del Guanare.
Pero las aguas, que en su obra erosiva
nada respetan, arrastraron La Plazuela y los restos de la antigua iglesia,
dejando el sitio testigo de la Aparición de la Santísima Virgen al Cacique de
los Coromotos con un desnivel de unos dos metros más bajo que el que ocupaba
anteriormente.
Desde aquel año ya ningún vestigio ni
señal marcaba el sitio de la Aparición, y a pesar de tener seguridad, por los
datos de los Archivos, de que la confluencia de los ríos Guanare y Tucupido era
el lugar que María Santísima había ilustrado con su gloriosa Aparición, no
hubiéramos podido fijarlo exactamente por la circunstancia de haber
desaparecido todo rastro.
Pero un hombre de edad, llamado Nemesio
Parra, ya difunto, nacido y vecino de aquellos contornos, nos aseguró que antes
de 1892 había vivido siete años en el sitio de La Plazuela, situado en la
confluencia de los ríos Guanare y Tucupido, y que allí se veían entonces
vestigios de la antigua iglesia, y que la choza en vivía estaba arrimada a una
rafa de dicha iglesia. Nemesio Parra nos marcó con toda precisión el sitio que
ocupaba su choza y el de la iglesia, cuyo altar, según sus indicaciones, hubiese
correspondido al sitio donde se alzaban tres frondosos bucares. Estábamos,
pues, en el propio sitio de la Aparición de la Madre de Dios a los indios
Coromotos.
Deseosos de que perdurara la memoria de
aquel lugar consagrado por las purísimas plantas de la más excelsa de las
criaturas, lugar que la corriente del olvido e indiferentismo había arrasado de
la memoria de los cristianos, antes de que los impetuosos raudales del Guanare
arrastraran y desnivelarán sus tierras, resolvimos colocar allí una lápida
recordatoria.
A este fin, el domingo 3 de enero de
1925 promovimos en Guanare una romería a caballo, al efecto de la colocación de
la lápida, que se fijó sobre uno de los tres robustos bucares. La inscripción
rezaba:
“AQUÍ LA MADRE DE DIOS APARECIÓ
EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 1652”
“¡SALVE, MARÍA!” (2)
En este mismo sitio, diez años más
tarde, se colocó una hermosa cruz de mármol, suya solemne inauguración se
efectuó el 3 de febrero de 1936, en presencia de una imponente multitud de
peregrinos de los que concurrían a la romería nacional de aquel año. Desde
entonces la Cruz, el Sacro emblema de nuestra Redención, marco el sitio sagrado
donde las virginales plantas de la Madre de Dios hallaron el hora providencial
un agraciado rincón del suelo patrio.
Posteriormente, en junio de 1938, el rio
Guanare volvió a desviarse, y el sitio de la Aparición quedó, como antes, en la
margen derecha del rio Guanare, pero a muchos kilómetros de distancia del lugar
de la Aparición.
Por agosto de 1938, al llegar a Guanare,
varias personas nos dijeron que el rio había hecho diabluras, y que se había
llevado el sitio de la Aparición, bajo el ímpetu de sus embravecidas olas en
una de sus desbordantes avenidas.
Por nada pudimos dar crédito a lo que se
nos aseguraba. Habíamos procurado trabajar allí y plantar la cruz, con la mayor
fe y confianza en la Virgen Santísima, y considerábamos imposible haber
sucedido lo que se nos decía. Emprendimos entonces un viaje a caballo para
darnos cuenta cabal de lo acontecido, y grande fue nuestro asombro al ver que,
a unos 7 kilómetros al norte del sitio de la Aparición el río, en junio de
aquel año, se había desviado a su izquierda y había abierto u lecho nuevo al
través de la selva de Caginate, apartándose varios kilómetros del lugar de la
Aparición, al Este, yendo a encontrar su anterior cauce en Guerrilandia, a unos
10 ó 12 kilómetros más debajo de su antigua confluencia con el Tucupido.
Nos causó gracia lo que en aquel día nos
dijo el hombre que vivía en las inmediaciones del lugar de la Aparición. A
nuestra llegada, emocionado y con íntima satisfacción, nos recibió con este
saludo: “Amigo, la cruz que usted plantó aquí, espantó al río.”
El hecho verdaderamente extraordinario,
sorprendente y asombroso es el haber el río, antes de abrirse nuevo cauce,
rellenado y nivelado todo el lugar donde se hallaba la cruz que señalaba el
sitio de la Aparición.
Quienes conocíamos aquellos parajes,
admiramos lo sucedido. Parecía que el rio había hecho aquello como obedeciendo
a una fuerza superior que dirigió sus caudales y arrastres para alcanzar un fin
determinado.
Inmediata a la cruz, el 2 de febrero de
1950, fue inaugurada una estatua de piedra de Nuestra Señora de Coromoto,
donación del Gobernador del Estado, señor don Rafael Pérez Arjona.
Posteriormente, en el propio sitio de la
Aparición de Nuestra Señora de Coromoto, Monseñor Pedro Pablo Tenreiro, siendo
Obispo de Guanare, edifico una elevada Capilla, abierta. El altar está dominado
por la estatua de Nuestra Señora de Coromoto. A diario, los fieles y peregrinos
acuden a este sagrado lugar, donde luminarias constantes atestiguan la fe de
los visitantes.
Con el fin de facilitar a los fieles el
acceso hasta el sitio de la Aparición, la señora Adriana de Valery obtuvo en
1942 que el Presidente de la Republica, General Isaías Medina Angarita,
dispusiera la apertura del ramal de carretera hasta dicho lugar. Al entrar el
invierno de aquel año, el trabajo estaba terminado hasta la quebrada de la
Virgen.
Debido a la Guerra Europea, entonces en
curso, el Gobierno no podía adquirir artefactos en los Estados Unidos, y
necesitando de las maquinarias para obras urgentes, se paralizaron totalmente
los trabajos de la carretera.
La señora Valery, quien secundada por
una honorable Junta de Damas había recolectado una importante cantidad de
dinero para erigir un monumento en el propio sitio de la Aparición, siendo por
el momento imposible, con el fin de prevenir sospechas e infundadas criticas
resolvió colocarlo en la quebrada de la Virgen (3).
Este momento, hábilmente ejecutado por
el señor Franco Roversi, fue colocado junto a la referida quebrada de la
Virgen, al término del ramal de carretera acabada de terminar.
La obra, que mide 11 metro de alto, fue
solemnemente inaugurada el 19 de abril de 1944. Con tal motivo se organizó una
peregrinación nacional, que presidió el excelentísimo señor don Pedro Pablo
Tenreiro, Obispo titular de Ortossia. En esta circunstancia la Santa Reliquia
de Nuestra Señora de Coromoto fue llevada en una bellísima carroza hasta el
propio monumento y se celebró el santo sacrificio de la Misa.
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(1)
Esto se refiere al tiempo de la publicación de su primera edición de
esta obra, año de 1924.
(2)
Algunos días después, las Señoras de Guanare, a su vez, organizaron una
peregrinación a aquel sitio que dista 12 ó 15 kilómetros de Guanare y
prendieron una vela de cera, la cual, al tiempo de rezar el Santo Rosario, se
inclinó hasta el suelo, cosa natural es el haberse inclinado debido a su
flexibilidad y al calor, pero se dice que luego volvió a ponerse recta sin que
nadie le tocara, rompiendo las leyes de la física. Quiso la Virgen Santísima
con este acontecimiento testificar que aquel sitio era el verdadero de su real y
única aparición en Venezuela.
(3)
Hacemos constar que en el sitio de este monumento y en la quebrada de la
Virgen, nunca hubo allí manifestación alguna de la Virgen Santísima. El nombre
de Quebrada de la Virgen obedece a estar situada esta corriente en las tierras
de la Virgen, denominadas así por haber sido dadas a Nuestra Señora de Coromoto
por su dueño, Diego Pacheco Carvajal. Poco a poco se han ido construyendo en
aquel sitio viviendas, en tal número, que al presente existe allí un verdadero
pueblo, con iglesia propia, para el servicio religioso de su numerosa vecindad.