JUAN SÁNCHEZ SE ADUEÑA DE LA MILAGROSA IMAGEN


EL INDIECITO DA AVISO A JUAN SÁNCHEZ DE LO OCURRIDO

LOS TRES ESPAÑOLES VAN EN BUSCA DE LA IMAGEN

El indiecito, que interiormente desaprobaba la torpe e inconsiderada conducta de su tío, se daba cuenta cabal de cuanto presenciaba, reparo cuidadosamente el escondite de la sagrada Imagen y, desde luego, resolvió dar aviso a Juan Sánchez de todo lo sucedido. El recuerdo de la Virgen bendita no se apartaba ni por un instante de su espíritu; lo que había visto le dejo una impresión tan profunda, que no le fue posible entregarse al sueño; por eso a la media noche salió a hurtadillas de la choza y se fue apresuradamente para Soropo, Vadea el Tucupido, corre al través de la llanura y del bosque, no le amedrenta la soledad silenciosa de la noche, ni le infunden pavor el bramido del tigre, ni el grito de la fiera que ruge en la pampa. Va presuroso y en poco tiempo recorre el trayecto que hay entre Coromoto y Soropo. Parece que la Virgen le ayuda y le hace liviano y suave el andar; llega a Soropo, pero como todos estaban durmiendo, se acurruca junto a la puerta y allí espera hasta el amanecer.

La esposa de Juan Sánchez quedó sorprendida cuando al abrir la puerta de su casa, en la madrugada del domingo, vio al niño junto a ella. El indiecito refirió a la señora cuanto había visto, aunque con alguna dificultad, pues no se expresaba bien en castellano.

La mujer llamo a su marido y le dijo:

__”Juan, ayer dimos licencia a este niño para que fuera a Coromoto a visitar a su mamá y ha amanecido aquí, que anoche una mujer muy linda llegó a casa de su tío, el cual la quiso tirar con una flecha y que la cogió y la escondió en su casa.”

Juan se sonrió y no dio crédito a lo que decía el indiecito. Volvió el niño a narrar la prodigiosa historia, y viendo que todavía no se daba fe a lo que relataba, dijo con vehemencia:

__”¡Vayan a Coromoto ahora mismo y lo verán!”

El pequeñuelo insistió en que fueran con él a cerciorarse de la verdad del hecho. Al fin, Juan Sánchez, para despachar al importuno contestó:

__”Ve a buscar las dos mulas e iremos contigo.”

Es de saber que estos dos animales, sueltos en la sabana, eran en extremo ariscos y montaraces; sólo les podía coger con el lazo o en el corral y a veces se tardaban hasta dos horas para traerlos.

El niño cogió los cabestros y, cruzándoselos a la espalda, se dirigió presuroso a la sabana, donde hallo las dos bestias juntas y muy quietas, como si estuvieran sumidas en un profundo sueño; con la mayor facilidad les puso el lazo, las ato y trajo a casa, sin que opusiesen la menor resistencia.

Juan Sánchez al verle llegar trayendo las dos mulas en tan breve tiempo, quedo maravillado y principió a dar crédito a lo que decía. Bartolomé Sánchez y Juan Cibrián, Juan Sánchez y el indiecito, montando sendas mulas, se pusieron sin demora en caminos para Coromoto.

Al llegar cerca de este pueblo, los tres españoles, para no ser notados, se quedaron escondidos en un zanjón a unas tres cuadras de la casa, mientras el muchacho iba a la choza de su tío, en busca de la Mujer que él decía.

Dichosamente para el niño, el Cacique, su tía y su madre estaban entonces juntos, afuera, y aun lado de la casa. Sin ser visto de nadie entro el niño en la choza; con el corazón palpitante de júbilo se adueñó de la milagrosa Imagen, que aún estaba en el mismo sitio donde la había puesto su tío, y la trajo corriendo a Juan Sánchez, el cual, al recibir de manos del niño la venerada Imagen, sintió profunda emoción, pues reconoció en ella la efigie de la Augusta Madre de Dios, María Santísima, y con respeto la coloco en un relicario de plata que siempre acostumbraba llevar al cuello.

LA IMAGEN MILAGROSA EN CASA DE JUAN SÁNCHEZ.
__ HUIDA Y MUERTE DEL CACIQUE.__ 
LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO ES LLEVADA A GUANARE


De regreso a su casa de Soropo, Juan Sánchez colocó la Imagencita, que desde entonces llamaron de Nuestra Señora de Coromoto, en un altarcito, y no teniendo para alumbrarla sino un cabo de vela de cera negra la prendió y colocó delante de la milagrosa Imagen. Pero cuál no sería la admiración de Juan Sánchez al ver que esta humilde luminaria, que a lo sumo debía durar una media hora, ardía sin consumirse; pasaban las horas y siempre la luz de la vela atestiguaba el portento de la misericordia mariana. Estuvo ardiendo día y noche desde el mediodía del domingo hasta el martes por la tarde, es decir, por espacio de más de cincuenta horas.

Las nubes del cielo extendieron su manto de luto sobre las montañas y llanuras y, a porfía, vertieron sobre la tierra su copioso llanto; parecía que con sus aguas torrenciales quisieran lavar la afrenta irrogada a la Reina Soberana del universo mundo. Debido a estas lluvias, el Guanaguanare creció con abundancia, y Juan Sánchez, para ir a la villa, tuvo que esperar que menguaran sus aguas. El martes por la tarde pudo vadear el rio a caballo y pasar a la ciudad, donde refirió al cura, Licenciado don Diego Lozano, todo cuanto sabia sobre la Imagen; pero este no le dio crédito, diciendo que la estampa de que le hablaba sería obra de algún pajarero.

Juan Sánchez, sin apenarse por eso, regreso muy contento para Soropo, pues había comprado lo necesario para tener una lamparita prendida delante de la Imagen, la cual tuvo en su casa hasta el primero de febrero de 1654, es decir, un año y cuatro meses.

El domingo 9 de septiembre, el Cacique dispuso la huida rápida hacia los montes; previno a los demás indios, quienes se prepararon al punto para acompañar a su capitán; éste, apenas entro en el bosque, fue mordido por una culebra ponzoñosa. Viéndose mortalmente herido, y reconociendo en eso un castigo del Cielo por la pésima conducta que había observado con la excelsa Señora, principió a arrepentirse clamando a grandes voces por el santo Bautismo.

La divina María, que tanto había hecho por la conversión de los Coromotos y de su Capitán; Ella, la Fuente de toda Gracia, concedió a l moribundo indio que su alma se regenerara en las saludables aguas bautismales y no fuera presa del espíritu de perdición. Por especial Providencia de Dios, hallábase a la sazón de paso por aquel lugar un moreno, criollo de la ciudad de Barinas, buen cristiano y de la honorable familia de los Ochogavies; éste, al punto, fue y le bautizó (sabido es que en caso de muerte o de urgente necesidad, toda persona que tiene uso de razón puede ser ministro extraordinario de este sacramento).

El Cacique recomendó a los indios que se mantuvieran con los blancos; y resignado, en medio de acerbos dolores, rindió el ultimo suspiro, volando su alma ya purificada en la espiritual piscina de la gracia, a la eterna mansión de la gloria a dar gracias y contemplar a Aquella Criatura incomparable de cuya vista el ojo nunca se cansa y el corazón siempre se deleita.

La casa de Juan Sánchez se convirtió en pequeño santuario a donde acudían todos los habitantes de la región de Guanare, atraídos por los muchos portentos, gracias y favores que allí se alcanzaban. La fama de ellos y el culto de la milagrosa Imagen se hicieron tan generales, que por el fin el Vicario, Diego de Lozano, ordeno que se trajese con gran pompa y veneración a Guanare, lo que se verificó en 1654, la víspera de la fiesta de la Presentación y Purificación de Nuestra Señora.

MARÍA SANTÍSIMA DE COROMOTO, PROTECTORA E INICIADORA DE LAS MISIONES DE INDIOS EN VENEZUELA. EL MISIONERO CAPUCHINO, FRAY JOSÉ DE NAJERA, FUNDA CON LOS COROMOTOS LA PRIMERA MISIÓN DE INDIOS EN VENEZUELA._
_ AL IRSE EL MISIONERO, ESTOS HUYEN A LAS MONTAÑAS.

Es un hecho histórico incontestable que la primera misión de indios en Venezuela se debe a la Santísima Virgen de Coromoto. Si bien es verdad que las primeras misiones preludiaron en las costas de Cumaná, a principios del siglo XVI, también es cierto que perecieron apenas establecidas. Salvo el trabajo de las encomiendas, el cuidado de los indígenas salvajes fue por largos años descuidado. En 1648, don Francisco Leite, de la provincia de Andalucia, en vista de que todas las expediciones armadas contra los indios Cumanagotos habían fracasado, pensó en un sistema de misiones organizado por religiosos que, excitados por el amor a Dios y al prójimo, entrasen a vivir con los indios, los instruyesen en la Religión Cristiana, les enseñen el habla castellana y los formasen a la vida social.

Este era el mejor y único medio de someter las tribus salvajes e indómitas. Mientras se gestionaba en Santo Domingo y Europa la posibilidad de establecer misiones en Venezuela y Nueva Andalucía, y que unos capuchinos llegados entonces a aquellas tierras se veían obligados a abandonar una primera iniciación de misiones, fue cuando tuvieron lugar las maravillosas apariciones de Nuestra Señora de Coromoto en 1652.

A la voz de la Reina de todas las naciones y pueblos de la tierra, los indios Coromotos salieron de sus bosques y poco después llegó el Reverendo Padre Capuchino Fray José de Nájera y fundó con ellos la primera misión de indios en Venezuela, bajo la protección de María Santísima, Nuestra Señora de Coromoto, por cuyo maternal cuidado se lograban estas primicias de la fe entre los aborígenes diseminados en la dilatada extensión de la provincia de Venezuela.

II

Muerto el cacique Coromoto, los indios, fieles a la recomendación de su capitán y atraídos al sitio de Tucupío por el recuerdo de la Aparición de la Virgen Santísima que tanto cariño les había manifestado, se mantuvieron por algún tiempo en la confluencia de los ríos Tucupío y Guanare bajo el cuidado de Juan Sánchez. Pero poco después, sin que tengamos detalles sobre las gestiones o circunstancias al efecto, llegó el Reverendo Padre Capuchino Fray José de Nájera que se hizo cargo de los Coromotos y fundó el pueblo o misión de San José, en una sábana abierta, situada a cosa de una legua y media al Norte, la cual es aún hoy día designada con este mismo nombre. El historiador Capuchino Baltazar de Lodares en el primer tomo de su obra, “Los Franciscanos en Venezuela, dice que Fran José Nájera (Joseph de Nájera, según consta cuatro veces en tres documentos antiguos de 1677, 1683 y 1745, llegó por primera vez al Oriente de Venezuela en 1661 y más tarde a los llanos (1), pero según declaraciones y documentos antiguos que tenemos a la vista, no hay lugar a dudas de que José de Nájera fue el fundador de San José (2), poco después de la grande aparición del 8 de septiembre de 1652.

Del Archivo General de Indias de Sevilla, en la Signatura – Sección V – Audiencia de Santo Domingo – Legajo 778 – A, hay otro escrito de Fray Marcelino de San Vicente, Misionero Capuchino, intitulado:

“Relación de los progresos de las Misiones de Capuchinos en la Provincia de Caracas.”

…del cual hicimos sacar copia autorizada:

“Los indios de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto nos los entregó el Señor Obispo por estar pocos poblados y no haber clérigo que los asistiese y el Padre Fray Joseph de Nájera los pobló y se llamó San Joseph, el pueblo y fue muy numeroso y luego que murió dicho padre se volvió a entregar al Señor Obispo por falta de religiosos. Este dicho pueblo en la jurisdicción de la Ciudad de Guana Guanare.”

Con este documento queda probado, con datos procedentes de fuente oficial de las Misiones Capuchinas, que la fundación de San José, con indios Coromotos, fue obra del Reverendo Padre Capuchino Fray José de Nájera.

Debido a la formación del pueblo de San José, la memoria del lugar de la Aparición de la Virgen al Cacique quedó casi exclusivamente del dominio de los indios, quienes solían visitar de vez en cuando este sitio de gratos recuerdos para ellos.

Los aborígenes, bajo el gobierno y abnegada dirección del misionero construyeron sus rancherías y edificaron en San José una humilde Capilla, y, regenerados todos en las aguas bautismales, oían gustosos las enseñanzas del santo Capuchino. Todos profesaban también singular devoción a la Santísima Virgen de Coromoto y bajo el paterno y fecundo gobierno de Fray José disfrutaban de paz y tranquilidad.

Solo por espacio de pocos años estuvo Fray José al frente de la misión de los indios; por motivos que no conocemos, tuvo que ausentarse para Caracas y antes de salir hizo entrega en Guanare de los ornamentos y bienes de que era depositario.

Habiéndose fundado la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto en 1668 y siendo don Cristóbal de Oy su mayordomo hasta 1677, año de su fallecimiento, Fray José de Nájera, por comisión del Obispo Fray Antonio González de Acuña, nombro mayordomo a su yerno Gaspar de los Reyes y el 26 de febrero de citado año le hizo entrega de todos los bienes de la Cofradía, que alcanzaban a 1.380 pesos. Tal vez sería en este año de 1677 cuando el Capuchino designó la Misión (3); daría a conocer la cuenta que tomara de los bienes de la Cofradía, y de haber sido antes, este hecho denotaría el recuerdo que guardaba y el interés que se tomaba por lo que se relacionaba con Nuestra Señora de Coromoto. Puede haber motivado la salida de Fray José de Nájera la total conversión de todos los Coromotos y su fiel practica de los deberes religiosos. Creyendo ya a los indios suficientemente afianzados en su nuevo estado, saldría el Misionero en busca de ovejas descarriadas. Murió este apostólico varón en la Misión de San Antonio de Araure en 1684, a los setenta y tres años de edad.

“Soy testigo __escribió de él el Padre Pedro de Orihuela__ de que murió de sentimiento al ver la perdición de tantas almas. Sus virtudes no caben en ponderación, lo confesé para morir, apenas encontré materia para la absolución.”

Los Coromotos, a pesar de tener ya varios años de vida social en el pueblo de San José, al cabo de poco tiempo de haberse ido el Misionero, al verse desamparados y privados del buen amigo y padre que los amaba tiernamente, presos de nostalgia, abandonaron al pueblo y llevándose cuanto poseían se retiraron a los bosques, montañas y sitios primitivos de donde salieron en 1652. Permanecieron allí hasta el año de 1698, en que volvieron definitivamente a formar pueblo en el propio lugar de la Aparición del 8 de septiembre de 1652.
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(1)  Por otro documento consta que el 22 de noviembre de 1658, Fray Antonio de Antequera, Capuchino, se hizo cargo del pueblo de los indios Coyones de Acarigua, por nombramiento del Dean y Cabildo de Caracas en Sede Vacante, en sustitución del Pbro. Fernando García Saavedra. Sin embargo, en la misma obra no se hace mención del citado Padre en los llanos y se atribuye a otro su actuación en Acarigua. Esta confusión, debida a la escasez de datos, puede por si misma explicar los errores sobre los primeros trabajos y actuación del Apóstol de los indios Coromotos.
(2)  El pueblo que fundó Fray José de Nájera con los indios Coromotos, lo llamó San José; pero como aquella sábana, que aún hoy día se conoce con el nombre de San José, había sido anteriormente asiento de la tribu de los Cospes, para aquel entonces ya desaparecida, erróneamente los guanareños llamaron al pueblo fundado por el Capuchino San José de los Cospes. Este nombre de Cospes, que indebidamente utilizaron los guanareños, nunca debe usarse para mencionar a los Coromotos. Recordemos, pues, que Cospes fue el nombre de otra pequeña tribu de los Guanaguanares, totalmente diferente de los Coromotos.
(3)  En la carta de don Pedro de Berja el Comisario General de los Capuchinos, del 27 de marzo de 1661, anuncia aquel que tienen dos misiones en los llanos; Tucaragua y Acarigua, lo cual denotaría que ya la de San José de los Coromotos no existía puesto que no la menciona, lo cual indicaría que Fray José de Nájera habría dejado la misma misión para esa fecha.


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