LAS APARICIONES
El 8 de septiembre de 1652 se produjo la
aparición de la Virgen María a una familia indígena, a un Cacique, su mujer, su
cuñada, y un indiecito, hijo de esta, de doce años, cerca de la ciudad de
Guanare… En los años sucesivos se recabaron informaciones sobre esta aparición,
habiéndose conservado hasta hoy el Sumario Jurídico instruido por el Pbro. Dr.
Carlos Herrera, concluido el 7 de marzo de 1746, que consta de 114 folios y
declaraciones de 14 testigos; según Mons. Omar Ramos Cordero, experto en la
materia _ quien escribe el capítulo correspondiente a la Virgen de Coromoto en
la obra “Nuestra Señora de América”, publicada en dos tomos por el Consejo
Episcopal Latinoamericano (CELAM) en ocasión del Año Mariano 1987-1988, que
recoge lo referente a los principales Santuarios marianos del continente – ,hay
en este Sumario “dos testimonios de gran peso: el de Marcos Paredes de San
Nicolás, quien conoció a los indios contemporáneos a la aparición (…), y el del
Alcalde José de Montesinos”.
En efecto, he aquí parte del testimonio
de Marcos Paredes de San Nicolás: “(…) En este viaje a Caracas hablo el
declarante, de pasada, con la india Isabel, hermana de la mujer del indio
Capitán (-el Cacique-), lo que le dio relación de lo siguiente, diciéndole: Que
estando ella en dicha casa una noche, con un hijo suyo de doce años, que fue el
que dio aviso como después dirá, y su hermana, mujer del dicho Capitán
(-Cacique-), llego este del sitio de Soropo donde vivía Juan Sánchez, a cuya
dirección estaban los Cospes, muy airado por lo que después dirá, y se acostó
en una barbacoa; cuyo sinsabor lo echaron los dos a ira y enejo, y que
inmediatamente llego a la puerta de dicha casa la Virgen con tales resplandores
y claridad que lo pondero dicha Isabel que eran como los del sol cuando está a
mediodía, aunque le dijo que no quemaban como este,; a cuya vista volvió la
cara el Cacique de la barbacoa y le dijo a la Divina Señora estas palabras:
‘Bien te podéis volver que no he de hacer más lo que me mandáis (,) que por vos
deje mis conucos y conveniencias y he venido a pasar trabajos’.
A lo que su mujer le riñó: ‘No habléis
así con la mujer, no tengáis mal corazón’. Pero que el Cacique, con grande
rabia, tomo las flechas y el arco para tirarle a la Divina Señora, pero que
ella al instante entro a la choza y se le estrecho de modo que no tuvo lugar
para el tiro; y, viendo que no lograba, arrojo al suelo las armas y fue a
prenderla con los brazos para despedirla afuera. Y a este tiempo se retiró la Virgen y retiro
sus resplandores en el mismo lugar, quedando oscura la casa como antes; aunque
es verdad que al llegar la Virgen había un fogón que alumbraba la casa, el que
con los resplandores de aquella Soberana Señora quedo como apagado. Con tal
acaecimiento, riñéndole muchamente al indio su mujer por su desesperación, dijo
el dicho indio: ‘No se que tengo aquí en la mano’ y, llegándola al fogón, hallo
la imagen de Nuestra Señora de la forma que hoy la veneramos; y luego con el
mismo desprecio y enojo que antes la escondió en las pajas sin más cuidado. De
todo el suceso referido dio aviso a Juan Sánchez el indiecito hijo de la dicha
Isabel, como lo dirá el dicho declarante según la relación que le hicieron
Bartolomé Sánchez y Juan Cebrián (…) Los dichos Bartolomé Sánchez y Juan
Cebrián le refirieron lo siguiente, como testigos que se hallaban en dicho de
Soropo en esta jurisdicción, en casa de dicho Juan Sánchez (…) dijéronle a
dicho declarante los dos, en relación conforme, que yendo dicho Juan Sánchez a
la ciudad del Tocuyo y pasando por el camino del Caura, le salió al encuentro
el Capitán (-el Cacique-), de los Cospes paganos, que en aquella parte
habitaban, quien le dijo a dicho Sánchez ‘que una mujer le había mandado que
saliera, donde estaban los blancos, que echasen agua en la cabeza para ir al
cielo’ a que respondió Juan Sánchez ‘que a los ocho días pasaría por allí de
vuelta, que estuviesen pronto para venir con él’. Quien a los ocho días volvió
y lo condujo a esos partidos de Coromoto, donde los dejo mientras daba cuenta a
esta dicha ciudad a los Alcaldes; quienes le ordenaron les mantuviera allí
educándolos y disciplinándolos en la enseñanza cristiana y señalándoles tierras
para sus labores. El que así lo ejecuto con todo desvelo, de que se lograba
grande fruto porque ya todos se iban bautizando. Solamente el Capitán (-el
Cacique-), no quería aprender la doctrina cristiana; hasta que el día ocho de
septiembre del año de mil seiscientos y cincuenta y dos, día sábado y de la
Natividad de Nuestra Señora, queriéndoles instar, como le insta, dicho Juan
Sánchez a que rezare, no quiso atenderle, antes con grande enojo y rabia salió
aceleradamente de Soropo a Coromoto, donde tenia su referida choza”.