LA VIRGEN Y VENEZUELA


LA VIRGEN EN EL PLAN DIVINO


Jesucristo nació de María; por tanto, María es Madre de Dios (1), puesto que Jesucristo es Dios.

La Virgen, a quien cupo la suerte de tan encumbrado honor, que la hizo participe en cierto modo de la misma naturaleza divina, no  “fue hallada ligeramente y por acaso, sino que fue escogida y conocida desde toda la eternidad por el Altísimo, que la preparo para que algún día fuera su Madre” (2). “Desde el principio y antes de los siglos recibí yo el ser” (3). “Cuando el Altísimo preparaba los cielos estaba yo presente” (4). “Aún no existían los abismos y yo estaba ya concebida” (5).

Con estos asertos del Sagrado Texto que la Iglesia aplica a la Virgen, nos revela el Espíritu Santo que Dios, en la creación del mundo, tuvo siempre presente a la Augusta Virgen María, porque de ella había de nacer Cristo, centro y fin de toda la creación divina.

Para María y su Hijo Dios Jesucristo ha sido hecho todo lo creado, y los hombres no participarán de la gloria a que tiene derecho el Dios Hombre, sino en tanto cuanto quedan unidos a Él y formen parte, en este mundo, de su cuerpo místico.

Jesucristo tiene “soberano dominio sobre vivos y muertos” (6). “Es el Señor de los señores y el Rey de los reyes” (7), razón por la cual, es la formación de los pueblos y naciones de la tierra, preside el dedo de Dios con miras de glorificación de su Verbo humanado.

María, que en la Encarnación del Verbo es inseparable de Jesucristo, recibe por gracia lo que por naturaleza pertenece al Verbo encarnado, y como lo que Dios quiso una vez lo quiere siempre (8), María en el plan divino, en todas las obras de Dios, es inseparable de Jesucristo, y como quiso llegar una vez a nosotros por Ella, hoy también llega a las almas, a las colectividades y a las naciones por mediación de María Santísima.

Por eso, si Jesucristo es Rey y soberano de todas las cosas, Ella también “desde la eternidad tiene el principio de todas las cosas” (9), y en todas ellas interviene para dirigirlas hacia Jesucristo, que es Dios y nadie alcanzará la salvación de Jesucristo sino por la mediación de su Santísima Madre, la Virgen María.

Por esta razón, en los grandes acontecimientos de la humanidad, en la creación y formación de los pueblos, sobre todo si estos pueblos son cristianos, interviene la Virgen Santísima para preparar digna herencia a Jesucristo, su divino Hijo.

(1)     San Agustín
(2)     San Bernardo (de la Natividad de la Virgen)
(3)     Sabiduría, 24.
(4)     Proverbios 8
(5)     Idem
(6)     Romanos, XIV, v, 9
(7)     Apocalipsis, XVII, p 14.
(8)     San Agustín
(9)     Proverbios, 3

LA VIRGEN EN EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

En el descubrimiento de América, el grande acontecimiento que a fines del siglo XV revolucionó la humanidad, intervino de un modo especial la Santísima Virgen; y ¿Cómo no habría Ella de disponer para el reinado espiritual de su Hijo aquella tierra que un día, al decir del Santo Padre Claret, habrá de dar más elegidos al Cielo que la misma Europa?

El descubrimiento de América se efectuó al amparo del manto protector de María y la conquista se llevó a cabo con la ayuda maternal de su auxilio. Lo que a continuación expresamos dará fiel testimonio de esta verdad.

Un rayo de esperanza brillaba aún en el ánimo del descubridor del Nuevo Mundo; después de mil vicisitudes y sinsabores, en 1491, se dirigió hacia Sevilla para hablar por vez postrera con los reyes Católicos, quienes concluyeron por negarle su poderosa protección.

Decepcionado, salió el ilustre visitante de la sala del trono, con el alma entristecida, y es fama que “se dejó caer de rodillas inundado de lágrimas ante la imagen de la Virgen, implorando luz para los hombres y bienandanza para sus proyectos” (1).

A poco, Colón, que se disponía a marchar para Francia, fue llamado al real de Santa Fe y los Reyes Católicos le brindaron su eficaz ayuda. Con la protección de la Virgen había, al fin, encontrado la anhelada cooperación.

Para atraer la bendición de la Virgen sobre su arriesgada y peligrosa empresa, Colón y todos sus marineros oyeron misa, antes de partir, en la Capilla de la Madre de Dios de la Rábida, poniendo la aventurada expedición bajo su patrocinio y saliendo intencionalmente de España la víspera de la festividad de Nuestra Señora de las Nieves; dio al buque almirante el glorioso nombre de la Madre de Dios, “Santa María” (2); y reunía todas las tardes sus tres carabelas para cantar en coro la Salve a su gran protectora.

En premio a tan tierna confianza, María da al Gran Almirante la gloria de descubrir el Nuevo Mundo, el día en que España, la hidalga y generosa Nación, protectora de la empresa de Colón, conmemora la venida de la Santísima Virgen del Pilar de Zaragoza.

Doce de octubre de 1492, día inolvidable en que la Virgen del Pilar, Patrona de España, trajo a nuestro Continente el estandarte glorioso de la Cruz, a cuyos esplendorosos y fulgurantes rayos se iluminaron estas tireras, que yacían sumidas en el olvido, la barbarie, la idolatría y el más completo oscurantismo.

Colón, agradeciendo a la Virgen tan fausto acontecimiento, dio a las primeras tierras por él descubiertas el nombre de Archipiélago del Mar de Nuestra Señora; y el de María, a un golfo de Haití, y a otro llamó Puerto de Concepción. En medio del Océano celebraba siempre con indecible entusiasmo las fiestas de su Celestial Patrona.

A su regreso a España, se vio en peligro de perecer; entonces, desafiando las embravecidas olas, se confía y encomienda con un voto particular a la Patrona de los Navegantes, y puede felizmente arribar a las costas continentales, cumpliendo luego la promesa ofrecida en el peligro.

Los sabios escritores e historiadores Garcilaso de la Vega, Salmerón, A. Solórzano y Pbro. Félix A. Cepeda están todos contestes en asegurar que, en la batalla que Colón dio a los indios en Monte de la Vega, se apareció la Virgen con el Niño Jesús en un brazo y con la cruz en la otra mano.

Colón estaba tan convencido de que debía a María el feliz éxito de sus descubrimientos que, según atestigua un célebre historiador, “ponía y dejaba imágenes de Nuestra Señora en todos los pueblos por donde pasaba”.

En casi todos los puntos donde llegaban los primeros descubridores, al lado del Pendón conquistador de Castilla, colocaban la Imagen de María Santísima.

Si la Virgen protegió a Colón en el descubrimiento de América, diremos con Fray Alonso de Santa María, que “nadie puede negar que el triunfo de la conquista de América se debe a la Reina de los Cielos”, y con Garcilaso de la Vega, “mucho deben los Leones de Castilla a María Santísima por haberlos hecho Señores de la principal parte del mundo que descubrió Colón”.

 (1)     Historia de América, por Diego Barros Arana (tomo II. pág. 85).

(2)     El buque Almirante se llamaba “La Gallega”; había sido construido en el arsenal de Pontevedra.

LA VIRGEN EN LA HISTORIA DE VENEZUELA

En los tiempos coloniales

 Nos toca ahora presentar a grandes rasgos la Virgen al través de la historia de nuestra amada Patria.
Descubierta por Colón en víspera de la festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, la Tierra Firme de Venezuela, tal vez  más que otras, participó de la amorosa protección de la Reina del Universo.
Venezuela, la primera nación del Continente Americano que recibió las primicias de la Sangre Redentora de Cristo, debía ser la primera también en profesar especial dilección a la Augusta Madre del Salvador y en recibir de Ella los cariñosos testimonios de su indeficiente amor.

Alonso de Ojeda, el valeroso descubridor que recorrió las costas de Venezuela y dio a nuestra Patria el nombre con el cual debía señalarse en el transcurso de los siglos, y ocupar puesto honroso entre las naciones americanas, era devotísimo de la Santísima Virgen. Llevaba siempre consigo una estatua (1) de María con el Niño, de 15 pulgadas de alto. A la Virgen era a quien este gran guerrero y atrevido navegante se encomendaba en sus empresas, en el ardor de las refriegas y combates y en los peligros de aventuradas expediciones.

Villalobos funda en la Isla de Margarita la ciudad de Asunción para honrar el dichoso tránsito de la Madre de Dios.

Coro, sede del primer Obispado de Venezuela, se erige al amparo de Santa Ana, Madre de la Virgen Santísima; y el Tocuyo, primer establecimiento en el interior de Venezuela, se establece el día de la Concepción Inmaculada de la Madre de Dios, el 8 de diciembre de 1545; Pedro Álvarez, por orden de Juan de Villegas, crea el primer puerto Venezolano, bajo el propio auxilio de Nuestra Señora de la Concepción de Borburata. La Nueva Segovia de Barquisimetano se inaugura bajo el manto protector de la Virgen del Carmelo, el 16 de julio de 1552. Trujillo, la perla de los Andes venezolanos, se funda en 1557; pero pasa sus trece primeros años en perpetuas mutaciones, sin poder jamás  asentarse definitivamente en los diferentes y variados sitios que escoge. En 1570 logra por fin encontrar sosiego y reposo, pues, poniéndose bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz, s establece la ciudad en el lugar donde hoy se encuentra y en el cual gozo por largos años de dulce tranquilidad (2). Esta ciudad llego a ser una de las más ricas de la provincia y su opulencia atrajo la codicia de los piratas de ultramar.

Los trujillanos, cumpliendo las promesas de sus antepasados, celebran siempre con jubilosos festejos la fiesta de María, su protectora.

El esforzado Capitán Diego de Lozada, fundador de Caracas, profesaba singular devoción a Nuestra Señora de Carballeda, y para honrar a María dio al puerto que fundo, en las Costas del Caribe, el nombre de la gloriosa Virgen de Rio Negro, su pueblo natal, Nirgua logra su desarrollo y el triunfo en las rudas luchas contra los indios vecinos hostiles, gracias al culto que rinde a Nuestra Señora del Prado de Talavera y de la Victoria.

Los supervivientes de una malograda expedición pueden establecerse en Ciudad Bolívar aclamando por su protectora a la Virgen de las Nieves.
Guanare, la ciudad que debía inmortalizar la Virgen Santísima, con su célebre aparición de 1652, establece desde los primeros años de su fundación una Misa Sabatina en obsequio a la Madre de Dios.

Los gobernadores y capitanes generales de Venezuela, con pocas excepciones, tuvieron a honra manifestar a la Virgen Santísima su fe e indefectible amor.
Entre ellos sobresalió don Francisco de la Hoz Berrio, 1617, 1620, quien, encontrando la provincia en triste situación y azotada por una gran sequía, implora sobre ella al augusta protección de la Virgen Santísima de Copacabana.

El cabildo municipal o ayuntamiento, bajo la inspiración de este gobernador, dispuso, en sesión solemne del 9 de octubre de 1618, que la imagen de Nuestra Señora de Copacabana fuese llevada en rogativa de la Iglesia de San Pablo, donde estaba colocada, hasta la parroquial, para hacerle celebrar allí nueve misas cantadas, que el mismo capitán general distribuyo entre sí, su teniente, alcaldes y demás regidores.

Unos años más tarde, en 1638, a tiempo en que regía los destinos de la provincia el General Ruy Fernández de Fuenmayor, caracas, por su Gobernador, Cabildo y pueblo, elige publica y solemnemente por Patrona (3) y protectora de la Virgen de las Mercedes, y el Gobernador esfuerza su fervor fabricándole en Caracas el primer convento y la primera capilla en su honor.

En las procesiones anuales en honor de la Madre de Dios, los Gobernadores y el honorable Cabildo encabezaban siempre estas demostraciones de amor con que la capital de Venezuela honra a la Virgen de Copacabana, de Guía, y a la Madre Dolorosa, de San Francisco.

En 1658, don pedro de Porras y Toledo quiere agregar una nueva prueba al culto que sus antepasados han profesado siempre a la Virgen Santísima; el 24 de agosto del citado año hace juntar a sesión pública y abierta al Cabildo y a toda la ciudad, y esa magnífica asamblea ofrece, con juramento, defender la purísima, e inmaculada Concepción de la Virgen Madre de Dios.

En 1670 donde Fernando de Villegas presta su apoyo al Convento de la Merced y en su viaje a Carora para apaciguar y arreglar un disturbio local, organiza la encomienda a Nuestra Señora de Chiquinquirá, que dio origen al célebre santuario larense de Aregue. En 1699, Eugenio de Ponte otorga el despacho para fundar el pueblo de Aparición de Coromoto, para honrar la célebre y única aparición de la Virgen Santísima de Venezuela.

En los trances y aprietos dificultosos es de María de quien esperan auxilio y protección las milicias del Gobernador y Capitán General, Teniente Coronel don Gabriel José de Zuloaga, “con el favor de la Santísima Virgen, que invocan confiados” sostiene y rechazan en 1743 el formidable ataque que contra la Guaira dirige la codicia de la astuta Albión. Sufrido este descalabro y reparada sus pedidas vuelven los ingleses al ataque contra Puerto Cabello, con más furia que la primera vez, pero después de veintidós días de cruda lid son nuevamente rechazados por los esforzados batallones venezolanos, en especial por las tropas valencianas, que se cubren de gloria mediante la protección de la Virgen Santísima del Socorro, bajo cuyo amparo hablan puesto el éxito de la campaña y cuyo bendito nombre, sin cesar, invocaban confiados en la defensa.

Grande, constante y dulce fue siempre la influencia que ejerció la Madre de Dios en el gobierno eclesiástico de la provincia de Venezuela, y todos sus prelados, en distintas formas y diversidad de modos, sostienen su culto y lo propagan con ardor.

El Ilustrísimo Fray Pedro Mártir Palomino propaga el culto a la Madre Dolorosa, y en 1595 establece en Coro una cofradía en su honor, y el ilustrísimo Juan Cataneo Bohórquez inicia y propaga en Venezuela el culto a la célebre Virgen de Copacabana, que tanto esplendor debía, a poco, honrarse en Caracas.

Don Diego de Baños y Sotomayor, uno de los más egregios prelados que han ocupado la Silla de Caracas, construye y dota con munificencia la capilla de Nuestra Señora de Pópulo, en la Catedral de Caracas, y a 20 de julio de 1699 da orden para que se construya Iglesia en el propio sitio de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto; su sucesor, Fray Francisco del Rincón, honra de modo especialísimo a la Santísima Madre de la Divina Caridad.

Durmióse con el sueño de los justos en Barquisimeto, el 24 de febrero de 1740, el ilustrísimo señor don José Félix Valverde, “prelado amantísimo de los dolores de la Santísima Virgen, de la que mereció señales de su tierno agrado, pues habiéndole embargado, junto con el escorbuto la perlesía de que murió, enteramente la lengua, únicamente se la dejo expedita para saludarla hasta la muerte con la oración angélica y con pasmosa admiración de todos” (4).

Don Diego Antonio Diez Madroñero sobresale por su tierna devoción para con la Santísima Virgen e infunde su culto en Caracas, logrando que sus imágenes sean expuestas a la veneración pública en todas las calles de la ciudad. Desde entonces la Ciudad de la Virgen de las Mercedes, que con solemne juramento ha prometido defender su purísima e inmaculada Concepción, merece el honroso calificativo de “Mariana Ciudad de Caracas”.

Ordena el mismo Obispo impetrar el patrocinio de la Virgen de las Mercedes, y las plegarias fervientes merecen que en la fuerte conmoción de 1766 que sacudió la ciudad no se desprendiera ni siquiera una teja de la más humilde y despreciable casita (5).

Si la fe y confianza en la augusta Madre de Dios han sostenido y animado a nuestros conquistadores y pobladores e inspirado a los prelados y gobernadores coloniales, es en la obra esencialmente colonizadora de las misiones donde María aparece como iris consolador de misericordia y sol de esplendente  y vivificadora luz de salvación. María se conduele del estado de degradación en que viven sumidas muchas tribus de Venezuela e inicia con prodigiosas apariciones esas misiones, que son el mayor y más eficaz esfuerzo emprendido por los hijos de la Iglesia Romana en favor de los desgraciados aborígenes americanos, y la gloria sea dada a España, que comprendió su importancia, supo establecerlas, conservarlas y favorecer su desarrollo en Venezuela.

En 1652, María baja personalmente de la gloria hacia la tribu de los Coromotos, olvidada y perdida en los bosques situados en la falda de la cordillera, entre Guanare y el Tocuyo. A su voz, los indios salen de la selva, se convierten a la fe y un R. P. Capuchino funda con ellos, en San José, la primera misión de indios, primicias de esa larga y copiosa cosecha evangélica que los apóstoles de la fe recogieron en Venezuela.

A Ella, “Regina Apostolorum” acuden los abnegados misioneros en sus penas y trabajos le encomiendan el éxito de su ardua labor. María, con singular cariño, los auxilia y protege; testigo el hecho acontecido con el Padre De Berja (6): “estando perdido en un monte, se reclino casi sin aliento, y al instante le circunvaló un resplandor divino, y en medio de él se les presento la Reina de los Cielos en traje de purísima Concepción, quedando grandemente consolado para continuar su empresa.”

Los comienzos y extensión del éxito a la Virgen en Venezuela se confunden con los comienzos de su historia y se propaga con su desarrollo y extensión.

La lectura de “Venezuela Mariana”, obra que publicamos con motivo del Congreso Mariano de Coro, en 1928, nos muestra el ascenso y esplendido florecimiento del culto a la Santísima Virgen en todo el territorio venezolano a través de los tiempos coloniales.

Las más antiguas de sus imágenes celebres son las del Valle de Margarita y de la Consolación de Táriba, ambas ascienden a los comienzos d la Colonia.

Surgen después los cultos s Nuestra Señora de Copacabana, a quien Caracas honra con religioso fervor e invoca confiada cuando la sequía amenaza sus siembras; pero la segunda mitad del siglo XVII y la primera del siguiente son para Venezuela una época en que florece y se extiende el culto a la Madre de Dios.

En primer término, la Estrella de la Mañana luce radiante en el cielo patrio con su prodigiosa aparición en Coromoto, única habida en Venezuela e históricamente comprobada, por cuya razón esta advocación de la Santísima Virgen debe ser la más cara al corazón de todo buen venezolano, ya que es el culto que Ella misma escogió.

Caracas, cuyos prelados llaman en sus escritos “Ciudad Mariana” celebra en su escudo la purísima Concepción de la Madre de Dios; se acoge, en sus necesidades, a la Virgen de las Mercedes y de Copacabana; venera con predilección la Virgen de La Guía, en la Iglesia de San Mauricio, y se complace en consolar, a la Virgen Dolorosa con las múltiples manifestaciones que su amor tributa a la venerada imagen de la soledad de San Francisco.

En esta misma época adquieren fama y nombradía las imágenes y Santuarios de la Virgen de la Caridad, en San Sebastián; de Belén, en San Mateo; del Socorro, en Valencia; de la Corteza, en Acarigua; del Real, en Barinas; de Chiquinquirá, en Aregue y en Maracaibo; de Altagracia, en Quibor; de la Divina Pastora; en Caracas y en Santa Rosa, cerca de Barquisimeto.

Por doquiera es María la Madre amorosa que, bajo diversos nombres y formas, abre su manto cariñoso y favorece a sus hijos de Venezuela.
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 (1)     Esta imagen de Alonso de Ojeda, conocida con el nombre de Nuestra Señora de la Caridad, esta ahora en la Isla de Cuba, donde es objeto de gran veneración, siendo visitada por número considerable de files que van a encomendarse a la Madre de Dios. Ojeda iba de las costas de Venezuela y Colombia para la Isla de Santo Domingo, en busca de recursos; pero el buque del pirata Talavera, en el cual se había embarcado, se estrelló en costas cubanas. Después de cuarenta días de penosa correría, Ojeda fue recibido con hospitalidad por el Cacique de Yagua. Allí se repuso de sus penalidades, y deseoso de manifestar su gratitud al benévolo Cacique, le regalo la estatua de la Virgen, de la cual nunca había querido separarse.
(2)     Bastaba que un hombre hubiera nacido en Trujillo para que se considerará de natural afable, de trato noble y de intención sana. A. Meléndez, Manuel: Orígenes Larenses, tomo 1.)
(3)     Al día siguiente, entre el ofertorio de la misa solemne para que en ese efecto se celebró en la Santa Iglesia Catedral, el Cabildo eclesiástico y el civil o ayuntamiento en nombre y representación de la ciudad, hicieron ese celebre y religioso voto.
(4)     Blas José Terrero. “Teatro de Venezuela y Caracas”.
(5)     Sobre este particular escribió Blas José Terrero en su obra “Teatro de Venezuela y Caracas” (1787-1800): Dios, “que nunca se resuelve a castigar sin reconvenir primero con su misericordia, le envía desde luego su aviso auxiliador en la terrible conmoción de un terremoto, que la hubiera sin duda subvertido el día 21 de octubre de 1766, a las cinco de la mañana, a no se sido por la visible y milagrosa interposición de la Sma. Madre de la Merced, que ha inspiración misteriosa de este prelado que se hallaba en la visita del pueblo de Maracay, la había mandado conducir en procesión a la Catedral, sin saber por qué y para qué, dos días antes de aquella madrugada, donde se hallaba con otros religiosos de su orden, que perennemente la velaban de día y de noche; por cuyo beneficio, queriendo la ciudad que en prueba de su gratitud y reconocimiento nada equivoco, que mantienen, haber sido su soberana interposición la que la libró de la ira de Dios, perpetuarlo en su memoria, la hizo solemne voto de la fiesta que la celebra el día 21 de octubre; siendo lo más pasmoso suceso el que no habiéndose desprendido con tan estupendos vaivenes ni una sola teja de las más humilde y despreciable choza, hizo todo su estrago en los templos”.
(6)     Pedro de Berja: misionero Capuchino que vino a Venezuela en 1658 y durante unos cuarenta años trabajo en la conversión de los indios; fue tres veces Prefecto de todas las misiones de Venezuela.

LA VIRGEN DE LA INDEPENDENCIA

María, cuyo nombre invocaron nuestros colonizadores y pobladores, derramo su especial protección sobre los egregios héroes de la independencia, quienes en momentos críticos acudieron a la invicta Judit implorando su auxilio y protección. Nos permitimos consignar aquí algunos hechos sobre este particular:
El Libertador y la Virgen Santísima.> “El Libertador Simón Bolívar de espíritu caballeresco y corazón sensible en grado excelso, conservo siempre en el fondo de su alma, en sugestivo consorcio con los afectos de familia y los recuerdos de la casa solariega, la dulce y tradicional devoción a la Virgen Inmaculada” (1).
En el lama del gran héroe estuvo siempre vivo el afecto respetuoso a la excelsa María, como lo demuestran a las claras los episodios siguientes:
“El talentoso y afamado historiador colombiano José Manuel Groot refiere el hecho siguiente:
“El Libertador Presidente de Colombia volvía a la capital de la Republica en días de junio de 1828, y llego a Chiquinquirá después de la disolución de la malhadada convención de Ocaña.

Apenas se había desmontado, cuando dijo al cura: -“Habrá algún inconveniente para ir ahora a la Iglesia? –No, excelentísimo señor, y aunque lo hubiera… -Pues vamos. “Y así, sin quitarse siquiera el polvo del camino y acompañado del cura, de algunos vecinos notables y del que nos ha referido este hecho, entonces joven y estudiante del colegio de aquella villa, Ilustrísimo señor don Bonifacio Toscane, Obispo de Centuria, testigo presencial, entró en la Iglesia, se arrodilló ante la bendita imagen, puso devotamente las manos y oró.”

Otro célebre escritor colombiano narra este interesante episodio (2):
“El señor Manuel Rubiano, que era dueño de la hacienda de Pacho y al mismo tiempo amigo y, más que amigo, admirador de Bolívar, lo convidó a su campo. Vino en ello el Libertador, y después de breves días de la confianza de la amistad, llegó a Cipaquirá, de regreso a la capital. Hallábase a la sazón de jefe militar de aquella villa el doctor Tomas Barriga y Brito, quien lo recibió en su casa y lo obsequio con un espléndido banquete.
Sentándose a la mesa con ellos los notables del lugar y también, sin ser invitado,. Un prófugo de un convento de Bogotá, a causa de las vicisitudes del tiempo.
Parece que el tal ex-religioso era atolondrado, porque al poco rato, sin guardar el respeto debido a Bolívar y a los circunstantes, tomó la palabra, y de una en otra cosa vino a parar en lanzar una multitud de propósitos, o más bien despropósitos, sobre la inmortalidad del alma y del infierno, creyendo complacer a Bolívar, a quien seguramente juzgaba impío.

Todos callaban, y el mismo Libertador, soltando el cubierto, se cruzó de brazos y fijo sus ojos de águila, atento a lo que decía el renegado, y maravillado no de la persona que hablaba contra la Iglesia, pero si de que tuviera el atrevimiento de proferir tamañanas herejías en un festín y delante de semejantes personajes, agregando el insulto contra las creencias de los circunstantes la falta de cortesía.

El perorador, animado al notar la atención que le prestaban y juzgando que sus ideas eran aceptadas, no paro de una en otra herejía, hasta llegar a blasfemar de la Santísima Virgen María.
Oír esto Bolívar, levantarse de su asiento como un rayo, acercarse al religioso, dar un golpe terrible en la mesa y decirle:
-¡Calle el insolente! –fue un solo punto.
-¿Cómo se atreve usted proferir semejante blasfemia?
-agrego-. Oí pacientemente que usted negara los dogmas de la inmortalidad del alma y del infierno, pero esta ya no lo puedo tolerar. Ni a mí mismo padre sufriría que blasfemase de Nuestra Señora.
-Señor Barriga- agrego, dirigiéndose al jefe militar de la plaza-, vea usted cuatro lanzeros y que lleven a este insolente y mal educado a Bogotá, y lo entreguen allí al Padre Provincial para que le enseñe la doctrina cristiana y algunos elementos de urbanidad.
El respetable señor Ortiz, muy informado sobre el caso, movido sin duda por un sentimiento de caridad, se abstuvo de dar el nombre del extraviado religioso, quien debió quedar curado radicalmente de proferir contra la Virgen María ante un grupo de católicos y mucho menos en presencia de don Simón el Magnífico.”

Entraba el año de 1814, año aciago para las armas patrias, Boves, terrible caudillo, se adelanta al frente de impávidos llaneros; nuestros ejércitos son despedazados en la Puerta, en febrero de 1814, pero el vencedor de Niquitao y los Horcones, José Feliz Rivas, está en la Victoria, resuelto a cerrar el paso al tigre de los llanos. Convencido Ribas de su inferioridad, pone en manos de María Inmaculada la suerte de sus tropas. Ofrece a la Madre de Dios, si sale victorioso, hacerle celebrar a perpetuidad una fiesta en honor de su Concepción Inmaculada (3). Y confiando en la Santísima Virgen, arriesga la pelea el 12 de febrero, la cual resulta un brillante triunfo para las armas venezolanas y merece a Ribas los vehementes elogios del Libertador y del Ayuntamiento de Caracas.

Ribas, más que a sus tropas, es a la intercesión de la Virgen a quien atribuye la salvación de la Patria en ese día: “La sangre de los caraqueños derramada en La Victoria y la protección visible de María Santísima de la Concepción fueron los que salvaron a la Patria en aquel memorable día…, y espero que la municipalidad marque ese día para bendecir a la Madre de Dios con el título de la Concepción, jurándole una fiesta solemne anual en la Santa Iglesia Metropolitana, a que deban que asistir todas las corporaciones, y exhortando a las demás ciudades y villas para que en gratitud ejecuten lo mismo. Yo protesto a U.S.S. que estos son mis nuncios deseos y que llegándolos a conseguir grabarían en mí pecho un eterno reconocimiento, y os aseguro de la mejor fe que no es la moderación que me hace explicar en estos términos, sino la justicia. “(Fragmento de la nota que el General José Félix Ribas envió al Ayuntamiento de Caracas, con motivo de los honores decretados por este cuerpo al vencedor de La Victoria, el 18 de febrero de 1814.)

En La Victoria, María hizose acreedora a la gratitud del forzado pueblo de Venezuela, y por ella se cubrió de gloria su pendón nacional y se borró la afrenta de La Puerta y la ignominia de la vergonzosa capitulación, firmada dos años antes en la misma ciudad.
A fines del año de 1814 y principios del siguiente, la causa de la Independencia estaba gravemente comprometida en Venezuela y Nueva Granada. Los triunfos de Boves y después de la llegada de Pablo Morillo oscurecían el cielo de la Patria, y muy lejana y distante aparecía la esperanza de un triunfo definitivo.

Para hacer frente a las múltiples necesidades de la nación (4), “el Gobierno de la Unión se vio forzado a decretar un empréstito considerable sobre los ciudadanos, y desconfiando bastante que hubieran muchos patriotas que quisieran auxiliarlo, pues la mayor parte estaban ya hastiados con las guerras civiles y casi todos hacían cuentas con que lo mejor era volver al regazo de la Madre Patria”.
Fue en esta situación poco halagüeña cuando los Dominicos, a cuya custodia estaba el templo e imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, inspirados por la Reina de América, dueña allí de cuantiosos bienes, contestaron al representante del Gobierno, que exigía de ellos un préstamo voluntario e hipotecado: “Determino esta comunidad uniformemente resignar en manos del Gobierno General todos cuantos haberes posee en común y en particular, hasta las personas de cada uno de los religiosos de este convento, siempre que dicho Gobierno tenga a bien usar y disponer de todo, sin excepción alguna, y que, por ahora, se entregue a los comisionados el dinero y alhajas de oro y plata que actualmente existen en depósito, para ocurrir con la mayor presteza a las urgencias del Estado…; remito a usted el dinero y alhajas que se van a expresar, para que lo ponga todo a disposición del Gobierno Nacional de las Provincias Unidas, cuya superioridad mandará justipreciar las alhajas y que dé al convento certificación del entero, como usted ofrece, y sin la calidad de réditos.” Esta ayuda en metálico, alhajas y piedras finas, valorada en miles de peso, fue de grande oportunidad para el sostenimiento de las armas de la Patria.

“Nuestra del Rosario de Chiquinquirá esta pronta a desnudarse de las alhajas que adornan su venerable Imagen siempre que el Gobierno central destine su producto para sostener la independencia de la Nueva Granada y la libertad de sus pueblos, a cuya piedad debe sus adornos” (5).
Estas palabras que el Prior Fray Miguel de Garnica, en nombre de la Virgen, escribe al representante de la causa patriota no pueden ser menos que inspiradas por María, quien quería dar a sus hijos de Colombia y Venezuela su auxilio y protección y desprenderse en su favor de las riquezas y bienes con que la piedad de sus fieles la había agasajado.

Barquisimeto, “la muy noble y muy leal Nueva Segovia” de Felipe II, proclama la independencia y jura defender con todas sus fuerzas, junto con los Estados de la Confederación, la Religión Católica, el misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen María. (Acata de juramento del Ayuntamiento de Barquisimeto, 19 de mayo de 1811.)

El esforzado General José Félix de Ribas, después de ceñir los laureles del triunfo de Los Horcones (6), el 22 de julio de 1913, entra por la noche del día de la batalla en una iglesia (7) de Barquisimeto, y allí, postrado ante la imagen de Nuestra Señora de la Paz, deposita a los pies de María su espada vencedora y da gracias a la Reina de los Cielos por el triunfo alcanzado.

Asediada por Yáñez en 1814, la ciudad de Ospino, capitaneada por el Teniente Coronel José María Rodríguez (8), encuentra valor y confianza en el sitio que sostiene, implorando toda la población el auxilio de Nuestra Señora de la Corteza (9), y con la muerte del caudillo realista se libra del peligro que la amenazaba.

El nombre de Valencia está escrito con letras de gloria imperecedera de los anales de la historia de nuestra Patria. Sus heroicos sitios atestiguan la singular bravura y valiente de sus defensores. Allí, “La Torre de David” era el baluarte firme donde las almas buscan su consuelo y animo en la lucha por su libertad.
Un poeta (10) lo canta en estos versos:
Este pueblo espartano, cuyos fastos recorro
En el corcel guerrero de su límpida historia.
Para cosechar lauros y conquistar la gloria
Tuvo un fuerte divino: la Virgen del Socorro.

Bloqueada y asechada la Isla de Margarita por Pablo Morillo, y acabadas las municiones, el General Juan Bautista Arismendi, uno de los más ilustres héroes de la independencia y defensor supremo de Margarita, ordenó se hiciese pública rogativa a la Virgen del Valle, para que los protegiese en tan apurado trance.

Los patriotas vieron cumplidos sus deseos gracias a la protección de la Virgen, pues los tres botes enviados a las Antillas en busca de municiones pudieron burlar el bloqueo y llegar a la playa a pesar de la vigilancia del enemigo.

Los margariteños tuvieron así armas con que sostener una lucha desigual, con heroísmo sin par. Invocan a la Virgen del Valle en los reñidos y crudos combates que sostenían contra las aguerridas y numerosas tropas de Morillo (11).

“Ellos creían ver a la Virgen en su incesante batallar animándolos contra aquellos aguerridos ejércitos, victoriosos de los mejores del Viejo Mundo, y el nombre de Nuestra Señora del Valle resonaba confundido con el de la Patria al pie de las fortificaciones de Pampatar y Santa Rosa, llevando el espanto a las nutridas filas de las huestes enemigas (12).
La Virgen margariteña
La bravura duplicaba
Del insular, que vivía
Más que de cocos y caña,
De la esperanza inefable
De religión y de Patria.
Aquellos guerreros que pelearon como leones, se convirtieron en mansos corderos ante el altar de la Reina y Madre del Valle, celebrándole, después de la desocupación de la isla, grandiosa fundación de acción de gracias.”
Sucre, el guerrero esclarecido, el ilustre prócer de nuestra Independencia, durante toda su vida, guardó en su alma, noble y generosa, tierno y confiado afecto para con la Virgen Inmaculada, la más excelsa de todas las criaturas humanas.

El 24 de mayo de 1822 obtuvo en el Ecuador el espléndido triunfo de Pichincha. Según parte del General V. Aguirre fue la Virgen de las Mercedes la que alentó a los patriotas en esa memorable jornada, cuyo feliz resultado había puesto el General Sucre bajo la poderosa protección de la Virgen de las Mercedes, y a Ella agradeció la gran victoria de ese día. Dice así el documento:

“Por el buen éxito de la batalla de Pichincha, voto el General Antonio José de Sucre una misa solemne en honor de la Virgen de las Mercedes. Por el presente correo manifiesta vehemente deseo por que se cumpla este religioso deber y yo tenga la honra de anunciar a Usía Muy ilustre para que el 28 del corriente a las nueve de la mañana se sirva solemnizarla con su presencia.”

En Ayacucho, sello y corona de larga y sangrienta epopeya sudamericana, en esa batalla, la más glorioso liberada en el Continente de Colón, es también de María de quien el gran General cumanés espera auxilio y protección: “El 9 de diciembre de 1824, día primero de la octava de su Inmaculada Concepción, el General Antonio José de Sucre, los oficiales del ejército y las tropas, compuestas de venezolanos, colombianos y peruanos; prometían a la Madre de Dios, y en honor de su Inmaculada Concepción, mandar cantar una misa solemne de acción de gracias, si, mediante protección, a la que se acogían confiadamente, alcanzaban la victoria (13).

En Ayacucho las armas patriotas lograron el triunfo más completo y decisivo que jamás obtuvieron los ejércitos americanos en el Nuevo Mundo; y atribuyéndole a la protección de la Santísima Virgen, cumplieron su voto el 3 de febrero de 1825, en el antiguo templo del sol de Cuzco, ahora Iglesia de los Padres Predicadores, pronunciando patriótico y enérgico discurso el Guardián del Convento de San Francisco (14).

Pocos días antes de caer bajo el golpe del ominoso plomo de Barruecos, alrededor del 20 de mayo de 1830, llegaba el General Sucre a Popayán, camino de Quito; durante los días que permaneció en esa ciudad, hospedado en casa de la familia Mosquera, todas las tardes asistía devoto y recogido al ejercicio religioso de las Flores de María, que allí se celebraba con solemnidad todos los días.

El General Antonio Páez, el Aquiles venezolano, el Centauro de nuestros llaneros, tributaba culto especial a las benditas almas del purgatorio y a la gloriosa Virgen del Carmelo, cuyo santo escapulario, como precioso talismán, llevaba siempre consigo; y ciertamente es a una protección especial de la Virgen del Carmelo que debió el deber salido siempre ileso de los terribles trances donde lo puso su valor y patriotismo. Cuenta la tradición que cierto día a tiempo que el fiero guerrero, a la cabeza de un escuadrón de caballería cruzaba una de las calles de Calabozo, salía de su templo principal una procesión de la Virgen de las Mercedes, Páez, manda inmediatamente detener la marcha de los jinetes, los ordena en recta formación y manda poner pie en tierra. Durante todo el tiempo que pasó la religiosa manifestación, los impávidos llaneros, imitando el ejemplo de su jefe, doblada una rodilla y sujetando de la diestra en brioso corcel, rindieron homenaje a la Virgen Santísima.
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(1)     Doctor Tulio Febres Cordero.
(2)     Este relato fue publicado por el célebre escritor colombiano don José Joaquín Ortiz en su revista “La Caridad”, en el artículo editorial Tiempo heroico, y lo reprodujo en Mérida el doctor Tulio Febres Cordero.
(3)     Discurso de Monseñor Castro en el centenario de la pelea de La Victoria.
(4)     Del Catolicismo de Bogotá, 9 de noviembre de 1852. “Patriotismo de los Dominicos de Chiquinquirá”
(5)     Estos adornos eran: fajón de brillantes y esmeraldas de 25.000 pesos; brillantes, rubíes, esmeraldas, perlas, cuyo valor era de 70.000 pesos.
(6)     Ribas libro batalla al Coronel Francisco Oberto, que mandaba 1200 hombres. El jefe patriota, aunque muy inferior en número, dio a su adversario tremenda derrota.
(7)     Iglesia de la Paz. En esta misma iglesia un grupo de señoras de Barquisimeto se habían congregado para pedir al cielo el triunfo de los patriotas.
(8)     Baralt y Díaz (tomo II, pág. 323).
(9)     Pbro. Félix Martínez: Datos manuscritos, 22 de febrero de 1882, Acarigua.
(10) Miguel Jerónimo Ocando.
(11) F. Izquierdo Martí. Tradiciones Marianas (1904)
(12) Idem.
(13) “Dr. Francisco de Luna Pizarro”. Sermón pronunciado con motivo de la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción.
(14) Félix A. Cepeda. América Mariana, pág. 30.

LA VIRGEN EN VENEZUELA DESDE
LA INDEPENDENCIA HASTA NUESTROS DÍAS

La Santísima Virgen María ha tenido siempre influencia indiscutible sobre la sociedad venezolana moderna. La segunda mitad del siglo pasado y los quince lustros del presente se caracterizaban por una ascensión gradual en el desarrollo y afianzamiento del culto a la Santísima Virgen entre los verdaderos fieles de la Iglesia venezolana.

El Episcopado y clero nacionales, persuadidos de que la renovación moral y religiosa de los pueblos no se logra sino por la poderosa mediación de la Virgen de las Vírgenes, han puesto todo su empeño en acrecentar en los fieles el verdadero culto hacia la Madre de Dios. A este fin, no hay parroquia donde no se haya organizado una o varias asociaciones para honrar a la Inmaculada Virgen. Los santuarios dedicados a su culto han aumentado y multiplicado el número de fieles que acuden a implorar el auxilio de la Beatísima Señora; y sus festividades han adquirido por doquiera gran brillo y esplendor. ¿No es acaso a la dulce influencia de esa Mujer divina, que es gloria de la humanidad, el honor de nuestra raza y la inspiradora de todas las nobles aspiraciones del corazón humano, a quien debemos los más bellos edificios que enriquecen la faz de nuestro suelo? ¿A quién debe Caracas sus magníficos templos de las Mercedes, la Pastora y la Inmaculada?, a quien sino al amor de esta Augusta Virgen Madre que inspira y alienta todas las nobles empresas?
Sí, es a María a quien Margarita debe su precioso templo del Valle, Táriba su espléndida Iglesia de la Consolación y Maracaibo su elegante y magnifica basílica de Ntra. Sra. De Chiquinquirá.
El bello resurgimiento del culto a la Santísima Virgen que esplende en Venezuela es augurio feliz para los tiempos venideros.

En este consorcio de glorificación que aviva en Venezuela la llama del fervor mariano de nuestro pueblo se han unido también a los gobiernos que han regido el destino de la Nación.
Guzmán Blanco, a pesar de sus ideas radicales y de su marcada oposición a la Iglesia de Dios, presto ayuda monetaria a la restauración del Templo de Nuestra Señora de Guía, la antigua Iglesia de San Mauricio, construyendo con lujo de munificencia una de las naves de ese templo, que hoy convertido en arca santa donde se rinde a Jesús Sacramentado esplendente culto de amor y de adoración.
Gracias a la generosidad del Presidente Rojas Paúl, se pudo dar remate a la Iglesia de la Pastora, uno de los mejores templos marianos de Venezuela. Crespo, unos de los más conspicuos hombres de estado de Venezuela, quien por largos años rigió los destinos de la Republica, ofrendó a la Santísima Virgen de las Mercedes, la gloriosa Patrona de Caracas, generoso apoyo para acabar su hermoso santuario.

Los grandes movimientos que llevan los fieles a los pies de Nuestra Señora de Lourdes en Maiquetía, recibieron en principio auxilio eficaz del doctor Rojas Paúl, uno de nuestros beneméritos presidentes.
La preciosa imagen de la Augusta Patrona de Caracas que se venera en su bello templo de la capital fue obsequio especial del doctor Victoriano Márquez Bustillos, primer magistrado de la Republica desde 1915 a 1922.

En los grandes acontecimientos marianos habidos en Venezuela desde cincuenta años a esta parte, el gobierno nacional ha tomado siempre parte en ellos y prestándoles su cooperación. Así lo hemos representado en la coronación de Nuestra Señora del Socorro en Valencia, la primera imagen de María que en Venezuela la recibió los altos honores de la canónica coronación. También estuvo representado en la coronación de la gloriosa Virgen del Valle y en el simpático y solemne acto de desagravio por el desacato ignominioso perpetrado contra esta Santa Imagen por alevosa mano sacrílega. Del mismo modo, tomó parte activa y representativa en el acto trascendental que en 1928 consagro a la augusta Virgen Santísima de Coromoto un espléndido Monumento Nacional, para perdurar e inmortalizar su gloriosa, verdadera y única aparición en tierra venezolana y pagar en algo la deuda de gratitud que nuestra Patria contrajo con Ella, el día que se dignó hollar con sus virginales plantas un privilegiado rincón de nuestro hermoso suelo.

En los días 31 de enero y 1 y 2 de febrero de 1940, el General Eleazar López Contreras, Presidente de la Republica, se unió al movimiento nacional que lleva anualmente al Santuario de Guanare, gran número de peregrinos de toda Venezuela. En unión con su señora esposa hizo su peregrinación a Nuestra Señora de Coromoto. Era la primera vez que un Presidente de la Republica visitaba al Santuario de la Protectora de Venezuela y a Guanare.

En 1952, el Gobierno en pleno presidió en Guanare los solemnes actos de la canónica Coronación de la Patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto, por el Delegado de Su Santidad el Papa. En 1969, al celebrarse las bodas de plata de su Patronazgo Nacional, el Presidente de la Republica, doctor Rafael Caldera, acompañado de varios Ministros y altos miembros del Congreso Nacional, con todos los Obispos de Venezuela y el Nuncio de Su Santidad, dieron extraordinario realce a los actos de tan fausto acontecimiento.

El punto culminante de la Historia Mariana de Venezuela es la Aparición de la Santísima Virgen de Coromoto, por cuyo motivo su Santuario Nacional de Guanare ocupa la primacía entre todos los santuarios dedicados a la Madre de Dios en Venezuela.

Nuestros antepasados comprendieron que al descender personalmente la Sma. Virgen a un rincón de nuestro amado suelo y haber nos dejado como prenda de su amor un recuerdo material de su visita, en una imagencita, era su voluntad que allí fuera especialmente venerada, y acudían en piadoso tropel a su augusto santuario, que era entonces un centro a donde los fieles de toda Venezuela corrían a contemplar a esta “Palma de Cades”, a esta “Oliva de los Campos”, a este místico “Plátano nacido a orillas del agua”, de limpia corriente.

En Lourdes y en Guadalupe, la Virgen Santísima pidió que se edificase un templo. En Venezuela, María Santísima de Coromoto, por un portento especial, pidió que se honrase el sitio de su maravillosa aparición del 8 de septiembre de 1652.

No tenemos para que envidiar a Francia por tener un Lourdes, a Italia por un Loreto, a España por un Zaragoza, a México por un Guadalupe, a Colombia por un Chiquinquirá, cuando aquí en Venezuela poseemos un Coromoto que puede igualarse al más aventajado santuario mariano de la tierra.
Las vicisitudes de los tiempos menguaron la fe y devoción que nuestros antepasados profesaban para con la augusta Madre de Dios que nos había honrado con su real Aparición; pero en el reloj de los tiempos sonó la hora del providencial resurgimiento del culto de Nuestra Señora de Coromoto y desde hace más de ocho lustros asistimos a una maravillosa expansión de sus culto ante cuyo brillo y esplendor palidece el de los tiempos pasados.

En los demás centros de peregrinación de Venezuela veneramos imágenes, dignas por cierto, por su principio e historia, de nuestro respeto y acreedoras a nuestra veneración y culto; pero su origen no puede compararse al de Nuestra Señora de Coromoto de Guanare.
En Coromoto la Madre de Dios apareció real y verdaderamente en cuerpo y alma: documentos auténticos y verídicos lo comprueban y no dan lugar a duda sobre la autenticidad del hecho. Allí María dejo milagrosamente en manos de cacique Coromoto una imagen, que ha sido siempre objeto de gran veneración de los pueblos.

No vacilamos en detectar aquí que Nuestra Señora de Coromoto ocupa el primer puesto entre las advocaciones y títulos con los cuales honramos a la Virgen Santa en Venezuela.
Ya que María se dignó darnos una prueba tan clara y evidente de su amor maternal, es deber para todo venezolano honrar  a la Virgen Santísima bajo esta advocación que Ella misma eligió.
Virgen Santísima de Coromoto, Virgen Madre de Dios y Madre Nuestra, el único anhelo, el más vivo y vehemente deseo de este vuestro humilde hijo, es que sea honrada y glorificada en esta bendita tierra de Venezuela, y que por Vos la fe adquiera nuevo brillo y esplendor de uno a otro extremo de la Republica. Para propagar vuestras mercedes, afianzar vuestro culto y contribuir a vuestro triunfo espiritual, publico hoy esta historia, la cual, así lo espero  y os lo pido, contribuirá a nuestra gloriosa exaltación y al triunfo de vuestro divino Hijo. Nuestro Señor Jesucristo.



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